Opinión

Procés: Drama en Tres Actos (y un Epílogo)

(Foto: malasombra).
Rafael M. Martos | Lunes 13 de mayo de 2024

En un rincón soleado de la península ibérica, donde los almendros florecen a menor ritmo que las convocatorias electorales, y las olas del Mediterráneo acarician la costa llena de apartamentos turísticos okupados, se ha representado un drama político digno de los mejores guiones. Cataluña, esa tierra que levantaron los andaluces, y en la que un 4D de 1977 salieron allí también a reclamar nuestra autonomía como nacionalidad, esa tierra a la que se le echó a perder el vino y lo llamaron cava, que les sobró uva en una cosecha y nos pusieron a todos a comerlas en Nochevieja, que producían libros y se inventaron que se los comprásemos en San Jordi, esa tierra con debates interminables sobre la independencia, ha vivido un nuevo capítulo en su historia. Pero, como en toda buena obra teatral, llega el momento de bajar el telón y reflexionar sobre lo que hemos presenciado.

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Acto I: El Despertar

Hace años, los corazones catalanes latían al ritmo de la independencia. Como un presidente nacionalista tuvo que hacer recortes, para salvarse él, activó el "España nos roba", y si España nos roba... los recortes son culpa de España... pues vayámonos de España y no habrá recortes. Ahí comenzó el “Procés”. Se alzaba como un sueño dorado, una utopía de banderas ondeando al viento e himnos patrióticos. Los partidos independentistas, como actores principales, prometían un futuro glorioso. Pero, como en toda buena tragedia, la realidad se coló en escena.

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Acto II: La Caída

Desde el triunfo de Ciudadanos, ese éxito desaprovechado por Inés Arrimadas y Albert Rivera, las posturas se enquistaron, y como en todo buen drama, hemos visto lágrimas y risas por todos lados.

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Un carrusel de elecciones, y hasta referendos ilegales, detenidos, condenados, indultados, amnistiados...

Y de nuevo las urnas hablaron, y los resultados electorales resonaron como un trueno en el Teatro de la Política. Los partidos que una vez lideraron el “Procés” se han encontrado en un callejón sin salida. La CUP recibe un correctivo, y ERC un castigo sin precedentes después de haber sido gobierno, y Junts tiene un ínfimo crecimiento. Cualquiera podría deducir que los catalanes se han hartado de ellos.

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En el otro extremo del escenario, los partidos constitucionalistas se alzaron. El Partido Socialista ha ganado por primera vez en Cataluña en votos y escaños, y el Partido Popular ha experimentado una importante resurrección, multiplicando por cinco sus escaños. Vox, contrario no ya al independentismo, o al nacionalismo (al de los demás, claro), sino al propio sistema autonómico (del que cobran religiosamente, y en el que participan gustosos si son gobierno) se ha mantenido. Los catalanes, cansados de tanta historia, votaron con claridad: querían cerrar el capítulo.

Capítulo III: El Telón Cae

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Los políticos, como actores en su última función, deberían leer entre líneas. El "Procés" ha llegado a su fin. Revivirlo sería como intentar resucitar a un personaje muerto en la primera escena. Los ciudadanos han hablado, y su criterio es nítido: no quieren más derivas soberanistas, quieren que les resuelvan sus problemas, con recetas distintas según haya votado cada cual, pero es evidente que la mayoría, lo que no quiere es seguir enfangada en una lucha por la independencia que solo está provocando desgaste político, también económico, e incluso aníminco. Los políticos, por favor, que no se empeñen en anteponer sus problemas de liderazgo al bienestar de los votantes. El telón cae, y el público aplaude. ¿Qué más se puede pedir?

Cataluña ha dicho “¡basta!” al drama independentista, no al nacionalismo, no al sentimiento identitario, pero sí a que ese resulte ser el leit motiv constante de la política catalana, a que todo gire alrededor de esa cuestión. Preocupa el paro, la situación económica, la seguridad ciudadana... Los políticos, que tomen nota: no hay aplausos para quienes insisten en repetir el mismo guion una vez y otra, tan seguido. El "Procés" ha sido un fracaso, y como toda buena obra, llega el momento de despedirse. Y así, con un último aplauso, el telón se cierra.

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Epílogo:

Y ahora a ver quién y cómo se gobierna Cataluña, y la repercusión en la estable inestabilidad que sustenta el gobierno del Estado.

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Pero bueno, los catalanes no son muy de acabar las cosas... ahí tienen las obras de la Sagrada Familia.


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