En la primera rueda de prensa que hizo Robe cuando dejó atrás Extremoduro, un periodista le comentó sorprendido que el trabajo que acababa de publicar no se parecía en nada a lo que habia hecho con esa banda, y con su habitual simplicidad respondió que claro, que para hacer lo mismo, se habría quedado donde estaba. Y desde entonces no ha dejado de reinventarse, como ha vuelto a demostrar en esta gira de Ni Santos Ni Inocentes que el viernes recaló en Almería.
El Recinto de Conciertos del Ferial acogió a unos 5.000 fieles que corearon todos y cada uno de sus poemas, en un concierto que forma parte de la programación especial de verano del Área de Cultura, Tradiciones y Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Almería, en este caso con producción de Crash Music y Riff Producciones. Eran casi el doble de asistentes que en su anterior visita de hace dos años, pero entonces como ahora, ha sido un concierto intergeneracional, con familias al completo gritando los versos del extremeño.
Pero Robe no estaba solo, y la maestría del grupo se hizo notar sobre el escenario , con Álvaro Rodríguez a los teclados y Hammond, Alber Fuentes a la batería, David Lerman al bajo y clarinete, Carlitos Pérez al violín, Woody Amores a la guitarra (con sus mensajes en cada una de ellas, desde el Stop Genocidio al bandera LGTBI) y Loren González en segunda voz y bajo y guitarra ocasional.
Roberto Iniesta, un pájaro vestido con una falda y una raspa de pescado, fue parco en palabras, pero las que dijo sonaban con sus canciones, a pura poesía cargada de magia derrochada a lo largo de más de tres horas de impacable sonido e iluminación.
En la primera parte, dedicada más a las novedades, el ritmo fue más tranquilo, y el segundo fue mas cañero, más potente y enfocado a temas más clásicos y conocidos, por lo que contó con más pasión del publico que, por otro lado, se las sabía todas.
La expansión del alma, repleta de emociones intensas, se extiende también al ámbito creativo con el nacimiento de nuevas canciones. Mantener un alto nivel de calidad es un desafío constante, y son pocos los artistas que logran que sus obras más recientes reciban la misma aclamación que sus clásicos de antaño. Algunos incluso consiguen que sus últimas creaciones sean más celebradas que los éxitos que han definido su carrera, logrando así un lugar destacado en su repertorio musical.
Robe irrumpió en el escenario con la gracia innata de un artista entregado y ferviente. La apertura del concierto fue serena, marcada por los acordes de 'Destrozares', una melodía que resonó en vivo antes de su grabación oficial, creando un ambiente ideal para un comienzo lleno de melodía y emoción contenida. Este preludio dio paso a una serie de temas suaves y armónicos como 'Adiós, Cielo Azul, Llegó La Tormenta', con sus ricas notas de teclado y pandereta, y 'Puntos Suspensivos', perteneciente a su reciente obra 'Se Nos Lleva El Aire', que se entrelazaron con la majestuosa 'Guerrero'. El ritmo de un reloj marcó la introducción del "tic tac, tic tac, tic tac" de '...Y Rozar Contigo', otro instante sobresaliente del inicio.
‘El Camino De Las Utopías’ guió al público por un sendero de homenajes a Extremoduro, evocando sueños y anhelos, como aquel breve extracto del ‘Segundo Movimiento: Lo De Fuera’ de La Ley Innata, que desembocó en un impresionante choque temporal y desorden lineal al dar paso al ‘Interludio’ de Mayéutica, retornando luego a la ‘Coda Flamenca’ y la ‘Dulce Introducción Al Caos’ de La Ley Innata.
El primer acto concluyó con los dos temas más emblemáticos de su último trabajo, 'El Hombre Pájaro', que evocaba el sueño de un ave de pico anaranjado (curiosamente, como la cotorra argentina que ha invadido la ciudad recientemente) y 'El Poder Del Arte', con sus nueve minutos de exquisita belleza y elevada filosofía vital, que incluso cautivó al Museo del Prado, inspirándoles a crear un vídeo promocional con la canción y ganándose la admiración unánime de destacados literatos contemporáneos.
Después de un merecido interludio para revitalizarse, Robe y su banda regresan al escenario con una energía arrolladora. El preludio de la tormenta lo marca el vibrante solo de batería de Alber, que da paso a una potente interpretación del noveno movimiento de 'Cuadros de una Exposición' de Mussorgsky. Esta introducción, cargada de fuerza, enlaza perfectamente con 'Haz Que Tiemble El Suelo' y trae de vuelta el espíritu rumba-progresivo de 'Ininteligible'.
La intensidad no hace más que aumentar cuando Robe revive 'Agila', el álbum que marcó un antes y un después en la trayectoria de Extremoduro, rompiendo el silencio mediático de sus inicios. La banda se une en una interpretación robusta de 'So Payaso' y un 'Sucede' que resuena con urgencia y precisión.
La gira anterior dejó una huella imborrable en el repertorio actual, haciendo que 'Mayéutica' siga presente en el corazón de los fans. La noche anterior, la banda eligió 'Segundo Movimiento: Mierda De Filosofía' y 'Tercer Movimiento: Un Instante De Luz', temas que desataron una ola de emoción en el público, culminando en un coro de voces que se unían al eterno leitmotiv de Robe: "ahora, ahora es el momento".
Con un Lerman inspiradísimo en sus variaciones de bajo brilló la recreación de la odisea de Ulises en ‘Viajando Por El Interior’, otra descarga atronadora que separa los extremos de la lija y el terciopelo del repertorio. “¿Tenéis ganas de cantar?”, proclama Robe, antes de entrar en ese aquelarre juguetón y gamberro que es ‘Esto No Está Pasando’.
Con la victoria ya asegurada, el clímax del evento se acercaba y Robe lo sabía, jugando magistralmente con las expectativas en el penúltimo acto del concierto, evocando algún himno legendario de Extremoduro. La noche anterior, bastaron los primeros acordes del riff de 'La Vereda De La Puerta De Atrás' para que el público comenzara a saltar. El hit más aclamado de 'Se Nos Lleva El Aire', 'Nada Que Perder', presagiaba un final glorioso que, como se anticipaba y tal vez era necesario, llegó con ese canto a la fraternidad que es 'Ama, Ama, Ama y Ensancha El Alma', melodía inspirada en el poema de su estimado Manolillo Chinato.
Tras más de tres horas desde que resonaron los primeros acordes, una multitud exhausta pero eufórica, compuesta por tres generaciones distintas, abandonaba el Recinto de Conciertos, llevándose consigo el recuerdo de una noche de música espectacular y definitiva.