Hace un tiempo VOX viene definiendo al gobierno de Sánchez como una autocracia: “Sánchez es un autócrata, y lo demuestra con sus recientes declaraciones en las que ignora al poder legislativo para seguir gobernando a golpe de decretos”. Pero ¿qué es una autocracia o qué es un autócrata? Un autócrata es aquel gobernante que se erige como la máxima y única autoridad, ya sea en aspectos políticos, sociales, económicos, religiosos… en fin, en un autócrata reside la voluntad única y la ley suprema. Por tanto, un autócrata es homologable al concepto de sátrapa, dictador o tirano.
Dirigentes de VOX han definido a Pedro Sánchez como un autócrata, pero por mucho que quisiera Pedro Sánchez parecerse a un autócrata, jamás podría alcanzar tan raro honor dadas las circunstancias actuales. Para ser un autócrata primero hay que poseer autarquía. La autarquía es la capacidad de ser independiente y autosuficiente. Evidentemente, dudar de la autosuficiencia de Pedro Sánchez es un gravísimo insulto. Nunca hemos padecido un personaje con un talante tan chulesco, altanero y ególatra. Ese «ir de sobrao» es una constante que, por otro lado, lucha permanente con la triste realidad que le persigue y le atormenta: Sánchez es el gobernante más dependiente, estéril, frágil, impopular, denostado, manipulado… Es un juguete en manos de unas minorías que limitan, y recortan sus ademanes imperialistas y aires de grandeza. No tiene más remedio que vender, regalar, rehusar, traicionar, malparar y desprenderse de lo propio y ajeno con tal de mantenerse en el poder. Y siempre que estas rémoras simbióticas tengan algo que sacarle y arrancarle a cambio de ese miserable bono de supervivencia.
Sánchez no es -por ahora- un autócrata, al carecer de autarquía. Sin embargo, y como la autarquía tiene sinónimos tales que dictadura, es posible que Sánchez esté disfrutando de una “dictadura colegiada”. No en vano, para los decretos más execrables y las medidas más disparatadas Sánchez cuenta con la inestimable colaboración de la extrema izquierda. Así, ha podido decretar la “ley Begoña”; decreto que pretende perseguir, castigar y amordazar a los medios de comunicación que osen informar sobre las presuntas irregularidades, presuntos delitos y presuntas iniquidades presuntamente perpetradas por su entorno familiar, y con evidencias ya constatadas en las corrupciones de su propio partido.
El hecho de que haya sido el comunista Urtasun el relator de los principios antidemocráticos y liberticidas de ese infame Plan de Regeneración Democrática demuestra la puesta en escena de esa aludida “dictadura colegiada”. Este escabel ha sido el soporte donde descansa la bota del pretendido autócrata. El comunista ha relatado los preceptos que regirán para definir qué es un periodista y qué es un medio de comunicación; eso sí, tal como ellos lo quieren reformular, ahormar y controlar.
Se veía venir: Control de las instituciones del Estado, control de empresas estratégicas, control de la judicatura… Pero lo insoportable es que alguien lo esté contando. Para una “dictadura colegiada” socialcomunista es sustantivo que, una vez alcanzados sus pérfidos y protervos objetivos, no quede nadie dando la tabarra con “bulos e informaciones falaces”. No olvidemos que, a partir de ahora, lo que no sea del interés del gobierno “progresista” será bulo y falsedad.
Si la oposición y la sociedad democrática permitimos esta tropelía, estaremos dando paso a otras atrocidades liberticidas. Si el gobierno decide quién es periodista, también podrá determinar quién tiene derecho seguir cobrando la pensión si es calificado de facha o quién puede ser atendido tras un accidente, según sea de bicicleta o de Lamborghini.