Hoy quiero hablar de un tema que me ha estado rondando la cabeza, como esa mosca molesta que no se va a la hora de la siesta en pleno agosto almeriense. La estupidez humana, ese fenómeno tan intrigante y, a veces, aterrador, que Dietrich Bonhoeffer y Carlo Cipolla han estudiado con una profundidad que me deja boquiabierta. Y es que, aunque ambos vivieron en contextos muy distintos, sus reflexiones resuenan en nuestra sociedad actual más que nunca.
Bonhoeffer fue un valiente pastor alemán que se opuso al régimen nazi en medio de una guerra brutal. Imagínate lo que debió sentir al ver cómo su país caía en la barbarie. En sus escritos, nos dejó claro que la estupidez no es solo una falta de inteligencia; es algo más profundo y peligroso. Es como cuando veo a algunos políticos locales tomando decisiones que parecen sacadas de un mal guion de comedia. ¿Cómo es posible? Bonhoeffer decía que la estupidez puede llevarnos a actuar contra nuestros propios intereses, y eso es algo que podemos ver hasta en las pequeñas cosas del día a día aquí en Almería.
Y luego está Carlo Cipolla, un economista italiano con un sentido del humor mordaz, quien formuló cinco leyes sobre la estupidez humana. ¡Cinco! Su primera ley dice que siempre subestimamos el número de estúpidos a nuestro alrededor. Y yo me pregunto: ¿será por eso que vemos tantas noticias absurdas cada día? Desde el último escándalo político hasta esas modas raras que aparecen en las redes sociales. Hay días en los que siento que estoy rodeada de más "estúpidos" de los que quisiera aceptar.
La tercera ley de Cipolla habla de aquellos estúpidos que causan daño sin obtener beneficio alguno. ¡Gran verdad! Aquí en Almería hemos visto ejemplos claros: decisiones erróneas sobre el uso del agua o el urbanismo pueden perjudicar a toda una comunidad por el capricho o la ignorancia de unos pocos. Es como si algunos decidieran construir un hotel frente al mar sin pensar en las consecuencias para el ecosistema o para quienes vivimos aquí.
Cipolla también nos advierte sobre lo peligrosos que son los estúpidos: son los más dañinos porque actúan sin pensar en las consecuencias. Y esto me lleva a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones colectivas pueden ser influenciadas por esta irracionalidad. En tiempos difíciles, como los actuales donde el cambio climático nos acecha y las desigualdades crecen, necesitamos más sabiduría y menos estupidez.
A veces pienso que vivir en Almería me ha enseñado mucho sobre la resiliencia y la importancia del pensamiento crítico. Cada vez que miro hacia el mar Mediterráneo desde la Alcazaba, me recuerda lo esencial de cuestionar lo establecido y luchar por lo correcto. Bonhoeffer nos invita a ser testigos activos de nuestra realidad; no podemos quedarnos callados ante la estupidez colectiva.
Tanto Bonhoeffer como Cipolla nos recuerdan lo crucial que es fomentar un pensamiento crítico y mantenernos alerta ante las tendencias irracionales. Así como cuidamos nuestras tradiciones, deberíamos cuidar también nuestra capacidad para razonar y tomar decisiones justas.
Así que aquí estoy yo, una joven periodista almeriense tratando de hacer ruido en medio del soporífero murmullo diario, recordando siempre las lecciones del pasado mientras intento entender el presente. Luchar contra la estupidez es un acto de valentía y compromiso con nosotros mismos y con nuestra comunidad. ¡Y eso vale oro!