Opinión

Una hora extra o un caos total

(Foto: malasombra).
Aixa Almagro | Viernes 25 de octubre de 2024

Este fin de semana, el último de octubre, nos toca hacer un pequeño viaje en el tiempo. A las 3:00 de la madrugada del domingo, retrocederemos una hora y serán las 2:00. ¡Vaya lío! Para muchos, esto significa simplemente disfrutar de una hora extra en la cama, pero para otros, especialmente para las personas con autismo, este cambio puede ser más que un simple ajuste horario; puede ser un verdadero quebradero de cabeza.

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Recuerdo cuando era pequeña y mi abuela me decía que el cambio de hora era como un truco mágico. “¡Mira, te regalan una hora más!” decía mientras me preparaba un chocolate caliente en su cocina de Almería. Pero ahora, con la perspectiva que da la vida y mi trabajo como periodista, veo que ese "regalo" no es tan universal. Para muchas personas, especialmente aquellas que viven con autismo o tienen familiares en esta situación, esa hora adicional no es más que un caos.

Cuando hablamos de autismo, a menudo pensamos en los desafíos de comunicación o en la necesidad de rutinas estrictas. Pero el impacto del cambio horario va mucho más allá. Para estas personas, cada minuto cuenta y cualquier alteración en su rutina puede desestabilizar su mundo. Una amiga mía tiene un hermano con autismo y siempre dice que cualquier cambio –ya sea una visita inesperada o incluso algo tan banal como cambiar la hora del almuerzo– puede desencadenar una serie de reacciones emocionales difíciles de manejar. Ella lo describe como si estuvieran caminando sobre un hilo muy fino; cualquier movimiento brusco puede hacerles perder el equilibrio.

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En Almería, donde el sol parece tener su propia agenda y se despide tarde por las tardes, este cambio puede ser aún más desconcertante. La luz del día se convierte en un aliado para muchos; cuando cae la noche antes de lo esperado, eso también afecta a quienes necesitan esa claridad para orientarse. Imagínate salir a dar un paseo por el Paseo Marítimo justo al atardecer y encontrarte con que todo se oscurece repentinamente porque hemos cambiado la hora. Para algunos niños y adultos con autismo, eso podría significar pasar de la calma a la confusión en cuestión de minutos.

Y no hablemos del tema del sueño. Muchos amigos me cuentan cómo sus hijos tienen horarios muy marcados para dormir; son rutinas sagradas que les ayudan a sentirse seguros y tranquilos. Un cambio así puede alterar esas horas preciosas y provocar noches sin dormir llenas de ansiedad e irritabilidad. Yo misma he tenido noches en vela por cambios pequeños en mi rutina (como cuando decidí dejar el café después de las seis). No quiero ni imaginar lo que debe ser vivirlo con una condición como el autismo.

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Así que este fin de semana, mientras muchos celebren esa hora extra como si fuera oro puro, deberíamos recordar que no todos pueden disfrutarlo igual. Es fundamental ser conscientes del impacto que estos cambios pueden tener en nuestras comunidades más vulnerables. Quizás podríamos aprovechar esta ocasión para hablar sobre cómo hacer nuestras ciudades más inclusivas o simplemente preguntarnos cómo podemos apoyar mejor a nuestros amigos y familiares que enfrentan estos retos diarios.

Todos queremos sentirnos cómodos en nuestro propio mundo –ya sea disfrutando del sol almeriense o buscando refugio bajo las estrellas– así que hagamos un esfuerzo consciente por entender y apoyar a quienes nos rodean. Después de todo, cada uno merece encontrar su propio ritmo sin importar qué hora marque el reloj.


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