Opinión

Hermanas, ellas no os creen

(Foto: malasombra).
Rafael M. Martos | Miércoles 30 de octubre de 2024

Con el presidente en la India y su vicepresidenta primera al mando, entre tempestades políticas y mediáticas, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, está en un momento en que su marca, Sumar, no solo está en crisis por el escarceo de Íñigo Errejón, sino, sobre todo, por su propia gestión de la situación. Sí, escarceo, porque hasta que un juez no lo sentencie, solo es eso o, como mucho, un presunto abuso sexual.

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La propia Díaz reconoció que Sumar está en crisis. Y no es para menos, porque si hay algo que ha dejado claro esta semana es que, además de los problemas internos, hay cuestiones mucho más serias en juego.

No podemos negar que Díaz, junto a Mónica García, Rita Maestre y Manuela Bergerot, se han presentado ante la prensa dispuestas a responder. Eso, en un panorama donde muchos eligen el silencio como táctica de defensa, es un gesto loable. Sin embargo, la pregunta es: ¿de qué sirve esta apertura si se pasa por alto el fondo del asunto?

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Pero vayamos al inicio, al caso de 2023, cuando podían haber actuado y no lo hicieron.

La presunta agresión denunciada en Twitter hace un año por una mujer que afirmó haber sido manoseada por Errejón en un concierto ha desvelado que a pesar de tener la oportunidad de indagar de forma seria, se optó por la versión fácil. Se preguntó a la jefa de gabinete del aludido, Loreto Arenillas, quien minimizó lo sucedido, y así quedó la cuestión, como si el hecho de que la denuncia tuitera se retirara la hiciera desaparecer.

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La retirada de una denuncia no debería ser sinónimo de inocencia; al contrario, podría ser el reflejo del miedo o la presión social, entre otras cosas porque son ellas mismas quienes afirman eso cuando se ponen sobre la mesa las denuncias consideradas falsas en violencia de género. Es decir, dieron por válido el borrado del hilo de Twitter -tras llamada de teléfono- para decir "aquí no ha pasado nada"... y ni tan siquiera preguntaron al aludido, que es lo mínimo. Tal vez no querían oír de Errejón un "sí, es cierto" y entonces tener que actuar, o un "no, es mentira", y descubrir que esta mujer podría habérselo inventado.

Es desconcertante que la misma Díaz, quien se mostraba contrariada ante la situación, proclamara que no iba a sacar rédito político de este episodio. Proclamar que ha elegido entre mantener a un portavoz denunciado por agresión sexual o provocar una crisis de partido, no parece un acto heroico; más bien suena a una elección forzada y poco ética. Si esa es su idea del liderazgo, estamos perdidos.

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Más Madrid también se lleva su cuota de responsabilidad. Llamar “investigación” a lo que no fue más que una serie de preguntas a la jefa de gabinete es un ejercicio de retórica vacía. Una investigación digna del mejor chiste malo: le llaman investigación a lo que nunca fue tal. El relato presentado por ellas mismas deja claro que minimizaron el incidente desde el principio, es decir, un "hermana, yo no te creo". O peor aún, un "hermana, yo si te creo, pero me Íñigo da votos y tú no". Y es que reconoce que hablaron con él y con Arenilla, y "minimizamos" la agresión, asi que lo dicho... "hermana, nosotras no te creemos".

Todo sugiere que hubo una prisa por acallar el asunto más que por abordar sus implicaciones serias. Aparentemente, la situación de Sumar ya era más importante que la dignidad de la mujer afectada.

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Ahora, con el caso actual de 2024, Díaz quiere colgarse una medalla por haberse ocupado del asunto, pero su inacción previa la deja en una posición comprometida.

En realidad, ni ella, ni Sumar, ni Más Madrid, han hecho absolutamente nada. Errejón ha dimitido, no le han echado, ni Más Madrid ni Sumar han tomado ninguna decisión más allá de tapar la primera denuncia y llegar muy tarde en la segunda, y si no comienzan por esa verdad, difícilmente van a ser creíbles en todo lo demás.


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