A pie de calle la sociedad civil está profundamente conmovidos y consternados por la tragedia que está afectando al Levante y al sur de España a causa de las graves inundaciones. Es desolador ser testigos visuales a través de los medios de comunicación social de la pérdida de vidas y de la angustia por no tener noticias de los desaparecidos, así como de la desesperación de tantas personas que han visto sus hogares y medios de vida destruidos.
Queremos reconocer la invaluable ayuda del personal de las Fuerzas Armadas, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, personal de emergencias y a los miles de voluntarios de todos los rincones de España que están en primera línea, apoyando con su entrega y dedicación en las tareas de rescate y asistencia a los afectados. Su esfuerzo y compromiso en estas circunstancias tan difíciles son un ejemplo de servicio hacia nuestra comunidad.
Sin embargo, la magnitud de la catástrofe hace que la colaboración de todos siga siendo esencial, sobre todo porque No podemos permanecer impasibles frente a esta tragedia; nuestro apoyo es necesario.
Pero ello no nos quita del pensamiento la alusión de preguntas que se están formulando en estos días con sus largas noches a la intemperie que se están transformando en gritos de indignación: ¿Por qué no se desplegó completamente al Ejército desde las primeras horas? ¿Por qué el gobierno rechazó la ayuda internacional cuando se podían salvar vidas? ¿Por qué todavía hoy, 4 días después, se siguen sin tomar las medidas necesarias? ¿Qué juego político miserable ha impedido que se dé la respuesta que la magnitud de este desastre exigía? ¿Por qué no se celebró un Consejo de Ministros extraordinario con presencia del Jefe del Estado para analizar y valorar la situación?
Está claro que el Estado no ha respondido ni en tiempo ni forma ante estos graves acontecimientos acontecidos en nuestro país, nuestra Patria, poniendo de manifiesto fehaciente el fracaso de todas las administraciones ante la catástrofe, así como, la loable y plausible reacción solidaria y fraternal de todo el pueblo español, que se ha movilizado en respuesta ante la incompetencia de las autoridades.
Porque cuando el Estado falla, porque estamos cada vez más cerca de un Estado fallido, aparece la nación arrimando el hombro con pasión, sentimiento y emoción. Eso sí, tuvo tiempo para la fotografía se la hizo el Presidente del Gobierno desde el angular mediático en un momento en el que llevábamos 202 muertos –cifra que no para de crecer- y cientos de desaparecidos, y no era ese el momento de ningún posado fotográfico con un rosario de palabrería hueca, cuando las gentes llorando pedían desde los balcones de sus viviendas, muchas destrozadas, sin poder salir de ellas a la calle, agua, medicamentos, alimentos, luz y saber sobre la situación de sus familiares.