«Nunca hemos pasado tanto calor como este pasado mes de agosto». «No, si va a ser verdad eso del cambio climático». Son frases recurrentes cuando se trata de justificar que algo le está pasando al planeta: cambio climático, calentamiento global, gases de efecto invernadero, contaminación, motores de explosión y combustión, granjas de vacuno y porcino… sí, también los pedos de las vacas (metano) coadyuvan al cambio climático. Y no digamos sobre los tapones imperdibles de las botellas de plástico, penúltimo hallazgo que está propiciando un extraordinario freno a la agonía planetaria que, junto a la eliminación de las pajitas de plástico, avizora un futuro mucho más amable, azul y sostenible.
Con relación a los tapones de las botellas de plástico, se han dado cuenta de que el reciclado incorpora un trabajo extra: quitar los tapones. Sí, han detectado que industrialmente es un trabajo (coste) adicional separar el puñetero tapón porque al fundir dos plásticos de distinta composición y densidad el resultado es un plástico dopado y con escaso éxito para nuevos usos. En el caso de las pajitas de papel tratado, resulta que los componentes químicos para darles consistencia e impermeabilidad son -dicen- cancerígenos y alergénicos. La recomendación es utilizar pajitas de cristal o acero inoxidable. Y de platino iridiado, supongo, mucho mejor.
Volviendo a la némesis climática, no es cierto que ahora hace más calor que nunca. Han existido episodios de calor y frío con consecuencias que los más veteranos recordamos: mortandad de pollos en las granjas y nevadas en Puerta de Purchena. Son algunos ejemplos de la normal dinámica climática que hemos visto, aunque tengamos poca memoria para recordar estos episodios.
La climatización de las viviendas, comercios y vehículos ha aportado una componente psicológica a las temperaturas soportables. El problema actual no radica en el calor o el frío; el problema somos nosotros.
Salimos en coche con el climatizador a 18 grados centígrados. Llegamos al parking (40º). En el restaurante preguntamos dónde está la mesa más fresquita. Y, al salir a la calle, ¡pum! El bofetón de calor. Ya sólo estamos deseosos de subir al coche (18º) y llegar a casa climatizada a 21º. No es que haga más calor, es que cada día estamos menos adaptados y ansiamos recintos que nos brinden la comodidad que nos ofrece la tecnología del confort climático.
Sirva de aviso al comando anti negacionista que el cambio climático siempre ha existido. Bueno, ha existido desde que hubo atmosfera en la Tierra; aproximadamente hace unos tres mil ochocientos millones de años (3 800 000 000). Desde entonces, hubo una atmosfera muy dinámica. Unas veces fue tremendamente nociva para la vida animal. En otras ocasiones, la actividad planetaria incrementó enormemente los niveles de oxígeno, facultando el crecimiento de grandes y aterradores insectos, así como el dominio de los grandes saurios. Y, por supuesto, se produjeron innumerables cambios climáticos locales, continentales y planetarios. O sea, quede claro que no se niega el cambio climático. El cambio climático es consustancial con la dinámica de la Tierra. Otra cosa, muy distinta, es la incidencia puntual de la actividad humana en el entorno físico y el medio ambiente. Además, el cambio climático no tiene nada que ver con las inclemencias meteorológicas que se producen localmente. El clima es una cosa y los meteoros otra.