Hoy quiero hablar de un tema que me tiene un poco inquieta y que, a la vez, me hace reír por lo absurdo: los coches todoterreno. Esos bichos enormes que parecen estar hechos para conquistar cualquier terreno, incluso el más inhóspito. Pero, ¿de verdad necesitamos que sepan nadar?
Recuerdo una tarde de verano en la playa de San José, cuando un amigo decidió que su flamante 4X4 era el vehículo perfecto para atravesar las dunas. La imagen de él intentando salir del coche mientras se hundía hasta las rodillas en arena es algo que nunca olvidaré. ¡Y eso que no había agua de por medio! Ahora imagínate esa misma escena, pero con riadas. Las imágenes virales de la DANA en Málaga nos enseñaron exactamente eso: coches gigantes surcando calles inundadas como si fueran barcos. Y aunque pueda parecer divertido y emocionante, la realidad es bien distinta.
No sé ustedes, pero yo crecí escuchando historias sobre cómo los coches son herramientas útiles, no juguetes para hacer piruetas. Ver a esos todoterrenos arrastrando todo a su paso me da escalofríos. La ola de proa que generan puede ser devastadora; no solo arrastran otros vehículos, sino también personas y mobiliario urbano. ¡Imagina que tu sillón favorito termine flotando por el centro de Almería porque alguien pensó que podía jugar a ser Aquaman al volante!
En nuestra querida tierra, donde el agua escasea durante meses y luego llega a raudales en cuestión de horas, es fundamental recordar que estos coches pueden ser útiles en situaciones extremas, pero eso no significa que debamos poner en riesgo nuestra seguridad ni la de los demás. Durante la DANA del año pasado aquí mismo, vi cómo algunos conductores ignoraban las advertencias y se lanzaban a las calles convertidas en ríos. Mi primo Juan fue uno de ellos; le costó mucho entender que su 4X4 no lo hacía invencible.
Es cierto que los todoterrenos están diseñados para resistir condiciones difíciles; sin embargo, hay una línea muy fina entre ser audaz y ser imprudente. En lugar de pensar que podemos dominar cualquier situación con un simple giro del volante, deberíamos preguntarnos si realmente vale la pena arriesgar nuestras vidas (y las vidas ajenas) solo por demostrar lo "capaces" que son nuestros coches.
Así que sí, amigos almerienses: nuestros coches pueden saber nadar... pero eso no significa que deban hacerlo. La próxima vez que vean una calle inundada o un camino peligroso, piensen dos veces antes de lanzarse al agua como si estuvieran en un parque acuático. A veces es mejor quedarse en casa con un buen libro o disfrutar de unas tapas en nuestro querido Paseo Marítimo.
Recordemos siempre: prudencia ante todo. ¡Nos vemos en la próxima aventura!