Conforme a lo preceptuado en las Reglas de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de la capital almeriense, en el día de hoy, esta corporación cofrade agrupacionista, presidida por José Rafael Soto Matías, ha asistido en la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de la Encarnación a la solemne Santa Misa de Jesucristo, Rey del Universo.
Ha ocupado la sagrada cátedra y predicado la Palabra de Dios, el obispo diocesano, Monseñor Antonio Gómez Cantero, asistido por el Deán del cabildo de canónigos, Juan José Martín Campos, y el diácono Antonio Asensio Montoya, así como acólitos que han ayudado al oficio religioso. Igualmente, han participado de la Eucaristía los sacerdotes mayores, revestidos con estola blanca, residentes de la Casa Sacerdotal San Juan de Ávila.
En uno de los laterales por la puerta de entrada al claustro, en el paso del Corpus Christi, la imagen sagrada de Nuestro Padre Jesús Resucitado, cotitular de la Agrupación de Cofradías, adornado con un bello exorno floral y flanqueado por cuatro candelabros antiguos del trono del Cristo de la Escucha y un relicario con la reliquia de San Indalecio, Patrón de la diócesis almeriense.
El sermón del prelado Gómez Cantero se ajustó a las Lecturas y Evangelio. Cristo es el máximo gobernante. Pero lo hace de forma diferente, a través del camino del amor, a través del camino del servicio al prójimo. Y a menudo lo hace mediante el esfuerzo de tantas personas que trabajan por el bien de los demás, especialmente de aquellos más pobres, marginados y pequeños. Considera, que esta festividad no puede ser manipulada o sesgada de forma interesada, sino ajustarse pastoralmente al Jesús que la Iglesia nos presenta en la solemnidad de Cristo Rey, que es el Jesús real, humanísimo y trascendente, verdadero hombre y verdadero Dios, siervo humilde y señor del universo.
Es un misterio que nos deslumbra: Cristo no se defiende. Su reinado es el de quien se entrega y solo así comienza la salvación. Jesús «quiere cumplir la voluntad del Padre hasta el final y establecer su reino, no con las armas y la violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida. El reino de Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra». Esa «aparente debilidad» es la que conquista la libertad de las almas. Es la fragilidad del Señor la que infunde la vida en el mundo y en las gentes, la que sabe sacar bien del mal, la que infunde la gracia sin imponerse