Cuando pienso en la identidad andaluza, mi mente viaja a los paisajes desérticos de Almería. Sí, ese rincón del mundo donde el sol brilla con una intensidad que podría derretir cualquier duda sobre lo que significa ser andaluz. Nací y crecí aquí, rodeada de montañas, playas y un mar que susurra historias de antaño. Pero, ¿qué es realmente ser almeriense? Esa pregunta me ronda la cabeza cada vez que escucho a alguien decir que “Almería no es Andalucía”.
¡Por favor! Aquí, en esta tierra bendita por el sol y bañada por el Mediterráneo, llevamos la esencia andaluza en las venas. La gente puede pensar que somos diferentes porque no tenemos la misma tradición flamenca que Sevilla o la misma fama gastronómica que Cádiz. Pero permítanme contarles algo: en cada esquina de Almería hay un trocito de esa cultura rica y vibrante que nos une como andaluces.
Recuerdo una tarde de verano, cuando mis amigos y yo decidimos hacer una ruta por las playas vírgenes de Cabo de Gata. Mientras disfrutábamos del sol y el sonido de las olas, uno de mis amigos empezó a cantar por bulerías. ¡Qué momento! No éramos profesionales ni mucho menos, pero ahí estábamos, riéndonos y sintiendo esa conexión tan profunda con nuestras raíces. En ese instante entendí que ser almeriense no se mide solo en tradiciones; se siente en el aire, en la risa compartida y en la calidez del pueblo.
La identidad andaluza también se refleja en nuestra forma de hablar. En Almería tenemos un acento particular que me encanta. A veces me hace gracia cuando voy a otras ciudades y me dicen que tengo un “acento exótico”. Exótico, ¡por Dios! Si para mí es lo más normal del mundo. Pero tampoco habla igual un barcelonés que un coruñés, y nadie duda que ambos son españoles, ¿entonces por qué dudar que un sevillano y un almeriense son igualmente andaluces? Es más, un abderitano y un pulpleño también hablan distinto ¿uno de los dos no es almeriense? Y no hay nada más auténtico que escuchar a mi abuela contar historias sobre su juventud mientras prepara un plato de gazpacho fresquito para combatir el calor.
Y hablemos del clima: aquí tenemos un sol radiante casi todo el año. Nos toca vivir con temperaturas extremas, pero eso nos ha hecho resilientes. Recuerdo una vez que decidimos hacer una barbacoa en casa durante julio (sí, locos somos). La carne se hacía sola bajo el sol abrasador mientras nosotros buscábamos sombra como si fuéramos lagartijas. Esas son las cosas que nos definen: disfrutar del momento sin importar las circunstancias.
La gastronomía también juega un papel crucial en nuestra identidad andaluza almeriense. Aunque algunos digan que somos más conocidos por nuestros invernaderos que por nuestras tapas (¡qué si, que "éramos" famosos por nuestras tapas pero se lo han cargado los hosteleros con sus sobreprecios!), lo cierto es que cada bocado cuenta una historia. Desde los famosos tomates raf hasta los pescados frescos traídos directamente del puerto, nuestra comida es un reflejo de nuestra tierra.
Así que sí, ser almeriense es ser andaluz con todas sus letras. Es llevar dentro esa mezcla única de culturas e influencias; es sentir orgullo por nuestras raíces mientras miramos hacia adelante. Cuando alguien me dice que Almería no es Andalucía, les invito a venir aquí, a caminar por nuestras calles llenas de vida, a probar nuestra comida y a escuchar nuestras risas.
En definitiva, la identidad andaluza está viva y bien representada en cada rincón de Almería. Así que levanto mi vaso (de tinto de verano) por todos nosotros: los almerienses orgullosos de ser parte indisoluble de esta maravillosa comunidad llamada Andalucía. ¡Salud!