Hace meses, cuando se hacía muy evidente la deriva tiránica de Pedro Sánchez, comencé a dudar de las garantías y cauciones que provee el Estado de derecho para el desarrollo de procesos democráticos como unas elecciones generales limpias, sin dopaje, sin alteraciones y sin duda alguna de su limpieza. Ahora, con el sanchismo okupando instituciones muy sensibles, es muy difícil confiar en un gobierno que desprecia, ofende e insulta a jueces, periodistas, medios de comunicación, empresarios, propietarios de viviendas, inversores locales y extranjeros… en fin. Nada ni nadie al margen de la órbita de la sanchiesfera está libre del señalamiento. Esta pulsión por descalificar a los que piensan y opinan diferente es el síntoma que define e identifica al autócrata y tirano.
Las maniobras de blindaje e inmunidad que ejecuta Sánchez con todo desprecio a los principios esenciales de la Constitución han de ser motivo más que suficiente para que, desde algunos sectores de la oposición que mantengan un mínimo de dignidad, emprendan acciones conducentes al restablecimiento del orden democrático, el Estado de derecho y una convivencia serena que, respetando las singularidades, deje de confrontar y mantener la tensión con los fantasmas y demonios del pasado.
Así, conociendo las maniobras, las trampas y las manipulaciones es más que probable que una dimisión o un adelanto electoral se presente como improbable en un dirigente que se considera refractario a toda critica, inmune ante la acción de la justicia y blindado en ambientes disidentes. Es por todo lo anterior que el procedimiento más eficaz, radical y todavía -de momento, hasta que lo derogue- activo es la moción de censura.
Hace meses que vengo diciendo que la moción de censura es la solución más eficaz para desembarazarnos de este tormento. Una moción de censura se presenta, y, si se gana, un presidente del gobierno por la mañana deja de serlo esa misma tarde: es así de rápido, limpio y eficaz. No obstante, siempre me contestaron que el PP nunca contemplaba esa opción por ser aritméticamente imposible por las incompatibilidades ideológicas e intereses inconfesables de los actores necesarios; es decir, VOX no aceptaría codearse con independentistas. La derecha enmascarada del PNV también haría ascos de la ultraderecha y del propio PP. Y Junts nunca se sabe por donde puede salir, aunque asoma de nuevo la patita de acabar con su apoyo al sanchismo, pero eso no es nada nuevo en esa relación de chalaneo y regateo propio de las rebajas de enero.
En cualquier caso, una vez laminadas diversas instituciones, y arrinconando lo que queda del Poder Judicial, no es prudente que los partidos que piensan en esta opción pierdan más el tiempo con sus conjeturas, pues una opción democrática para acabar con Pedro Sánchez puede estar ya bajo el proyecto de eliminación, modificación o cualquier otra opción que garantice la permanencia de la autocracia y la tiranía sanchista.