Opinión

El puño y el brazo

Rafael M. Martos | Jueves 23 de enero de 2025

Si hay algo que hemos aprendido en la era digital es que los gestos pueden hablar más que las palabras, y a veces, más de lo que el gesto en sí mismo tiene intención de decir. Me refiero, claro está, al reciente huracán mediático desatado por el saludo de Elon Musk durante la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.

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Desde el momento en que vi en directo aquel gesto, pensé: "Aquí viene el circo". Y vaya que si lo vimos venir. Lo que era una obviedad, un simple "gracias de corazón" elevado al aire, ha sido rápidamente convertido en un festival de interpretaciones erróneas. Algunos han querido verlo como un saludo nazi, demostrando una vez más que en el mundo de la política y el espectáculo, la realidad se distorsiona hasta lo cómico. Y recuerdo en Almería un caso similar, en el que un político del PP fue fotografiado saludando a un compañero al fondo de una sala donde daban un mitin... un brazo en alto, moviendo la mano... se congela... y aparece Falange... ridículo.

Pero, ¿qué hay del puño en alto de Trump? Sí, ese gesto que parece arrancado de un póster de propaganda soviética. Montones de fotos lo muestran así, con una expresión tan adusta que, si le añadimos una ushanka, estaríamos viendo a un auténtico jerarca comunista de la Guerra Fría. Sin embargo, curiosamente, este puño levantado no ha desatado la misma histeria. Tal vez porque el puño cerrado se ha convertido ya en un cliché en la política moderna, o quizás porque la cara de Trump ya tiene tanto su propio meme que cualquier gesto parece una extensión de su repertorio habitual. O tal vez un guiño a los chinos.

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El verdadero problema aquí no es el gesto de Musk, sino la facilidad con la que se ha desviado la atención hacia algo tan trivial. Convertir ese gesto en una categoría de análisis político es, en el mejor de los casos, un ejercicio de distracción. Lo peligroso realmente es el control que Musk tiene, no solo sobre la narrativa, sino sobre la posición moral y política de millones de personas a través de su dominio de X (antiguamente Twitter) y ahora con su mirada puesta en TikTok. Esta capacidad de influir en el discurso global es lo que debería tenernos preocupados, no un brazo levantado en un momento de celebración.

En este sentido, el escándalo por el "saludo nazi" de Musk es como un antídoto para el humor, un chiste que se cuenta mal y termina en tragedia. Mientras nos reímos o nos enfurecemos por un gesto malinterpretado, la verdadera jugada de poder se lleva a cabo en silencio. Y ahí está la ironía más grande de todas: en nuestra era de hipervigilancia sobre cada palabra y movimiento, lo que realmente debería tenernos en vilo es lo que no vemos.

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Mientras nos dejamos llevar por el drama de un brazo en alto, recordemos que lo verdaderamente alarmante no es el puño o el brazo, sino el control de la mente y el corazón de las masas a través de plataformas que moldean nuestra realidad. Eso sí que es para levantar el puño, y no precisamente en agradecimiento.

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