Opinión

Ferias comerciales

(Foto: DALL·E ai art).
Rafael M. Martos | Jueves 06 de febrero de 2025

La publicación del Calendario Oficial de Ferias Comerciales Internacionales de 2025 por parte del Ministerio de Economía, Comercio y Empresa no es solo una lista de eventos; es un reflejo descarnado de un problema estructural que lastra a España: el centralismo. Mientras Madrid y Cataluña acaparan 46 de las 63 ferias programadas, comunidades como Andalucía —con un PIB superior al de países enteros y sectores estratégicos que sostienen la economía estatal como es el caso del turismo y la agroindustria— aparecen relegadas a la categoría de comparsa. No es un desequilibrio: es un síntoma de miopía institucional.

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Almería, por ejemplo, logra colar en el calendario una sola feria, la Infoagro Exhibition, dedicada a la agricultura. Y aunque es un reconocimiento valioso a un sector que convierte a la provincia en la huerta de Europa, resulta insuficiente. ¿Cómo es posible que una tierra que exporta el 40% de las hortalizas de España, que innova en tecnología agroalimentaria y que lidera proyectos de sostenibilidad hídrica no tenga más espacio en un calendario supuestamente “internacional”? La respuesta está en un modelo que sigue confundiendo “España” con “Madrid-Barcelona”, ignorando que la riqueza del país se construye también desde los invernaderos de Almería, los olivares de Jaén, o los astilleros de Cádiz.

Pero el problema no es solo de Almería. Andalucía entera, con ocho provincias y una diversidad económica que abarca desde el turismo masivo en la Costa del Sol hasta el hub aeroespacial de Sevilla —donde se ensamblan componentes de aviones y satélites—, aparece reducida a tres ferias. Una de ellas, DES en Málaga, se centra en digitalización, un tema crucial, pero insiste en la narrativa de que el sur solo puede aspirar a ser receptor de innovación, nunca su motor. Mientras, Madrid alberga Fruit Attraction, un evento hortofrutícola que, irónicamente, celebra productos cuyo origen está a cientos de kilómetros de la capital.

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Este centralismo no es casual: es una dinámica que perpetúa desequilibrios territoriales y oportunidades. Las ferias comerciales son escaparates de inversión, nodos de networking y termómetros de relevancia sectorial. Concentrarlas en dos comunidades no solo invisibiliza a regiones clave, sino que refuerza un círculo vicioso: menos ferias implican menos proyección, menos financiación y, a la larga, menos peso político para exigir recursos. ¿Cómo explicar, si no, que el Mobile World Congress de Barcelona —un evento global— reciba más atención que todo el sector agroalimentario andaluz, pilar de las exportaciones españolas?

El mensaje que envía este calendario es claro: Andalucía sigue sin tener capacidad de consolidar un potencial económico sencillamente porque carece de poderío político en las instituciones el Estado. No es posible entender que con el crecimiento de Andalucía en los últimos años, creciendo en empresas, creciendo en PIB, revalidando liderazgo en agricultura y turismo, solo seamos capaces de tener tres ferias "oficiales". ¿Dónde está el empresariado almeriense y andaluz, incapaz de impulsar ferias comerciales de alto nivel? ¿Por qué las empresas agrícolas almerienses y del conjunto de Andalucía, tienen que ir a Madrid a Fruit Attraction? ¿Por qué Málaga no logra tener una "fitur" propia, con otra personalidad y otro target de asistentes? Pues básicamente y entre otras razones, porque el turismo andaluz está en manos de empresas no andaluzas, y el sector agrícola está demasiado ocupado produciendo, luchando contra la competencia desleal, los impuestos... y no tiene tiempo, ni ganas (de ponerse serio con los políticos).

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Por su parte, el Ministerio no ayuda, sigue operando con una lógica centralista que desprecia el potencial descentralizado. Mientras comunidades como Valencia o el País Vasco logran incluir ferias alineadas con sus especializaciones industriales (cerámica, alimentación), Andalucía —con una contribución al sector exterior que ronda el 15% del total nacional— sigue esperando un reconocimiento acorde a su impacto. No se trata de un concurso de popularidad, sino de eficiencia económica: ¿qué sentido tiene ignorar los polos de excelencia que ya existen en el territorio?

Es urgente cuestionar este modelo. España no es solo su capital ni su zona más industrializada. Un calendario de ferias verdaderamente representativo debería actuar como herramienta de cohesión, no de exclusión. Si Andalucia, y en ella Almería, siguen siendo notas al margen en la agenda comercial del Estado, no solo se está subestimando su capacidad: se está desperdiciando una oportunidad para construir una economía más resiliente y diversa. El ministerio tiene la responsabilidad de corregir este sesgo. De lo contrario, seguirá dibujando un mapa económico donde solo existen dos colores: el rojo de Madrid y el amarillo de Cataluña. El resto, incluido el verde de los invernaderos almerienses, queda en sombras.

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