Opinión

Vandalismo en San Cristóbal

(Foto: DALL·E ai art).
Rafael M. Martos | Lunes 10 de febrero de 2025

Almería tiene un problema crónico que no deja de repetirse: el vandalismo en sus espacios públicos. No importa cuántos esfuerzos se hagan para mejorar el entorno urbano, siempre hay quienes lo destruyen con una falta de civismo alarmante. Y el recién remodelado entorno de San Cristóbal no iba a ser una excepción.

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La ciudad ya ha sido testigo de demasiados ejemplos. Lo hemos visto en las murallas de la Alcazaba, donde las pintadas de los grafiteros han deslucido un patrimonio histórico que debería estar protegido con celo. Lo hemos visto en el Parque de la Hoya, cuyo diseño fue merecedor de un premio, pero que no ha tardado en mostrar signos de abandono por el mal uso, teniendo que ponerle una cancela, horario de acceso, y vigilancia privada. También en el Parque de las Familias, que en teoría debía ser un espacio de disfrute para los más pequeños, los daños han sido constantes. Y por supuesto, en el Parque del Boticario, donde las instalaciones han caído en un estado lamentable. ¿Y qué decir de las áreas infantiles, donde la dejadez de algunos se suma al incivismo de otros? ¿Se nos ha olvidado que la estatua de John Lennon debió ser trasladada a un lugar donde las cámaras de vigilancia la captaran, tras sucesivos ataques en los que le rompieron el mástil a la guitarra, o las gafas? ¿O los daños a la escultura que recuerda a los emigrantes almerienses?

Lo que más sorprende en este debate es la contradicción en la que caen algunos responsables políticos. La socialista Fátima Herrera, por ejemplo, aplaude la actitud de los vecinos de San Cristóbal, pero al mismo tiempo acusa al gobierno municipal de haber tardado en contratar un servicio de vigilancia. Como si lo normal en una ciudad fuese que cada parque tuviera que ser custodiado las 24 horas. Como si la responsabilidad del deterioro no recayera sobre quienes lo destrozan. Porque no nos engañemos: no son los vecinos de El Alquián o los de La Cañada los que van hasta allí para arruinar lo que se acaba de inaugurar.

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Pero si la crítica de la oposición municipal resulta llamativa, no lo es menos cuando se recuerda que el PSOE en la Junta de Andalucía retiró la vigilancia en un espacio cerrado como el Parque del Boticario, que depende directamente de la administración autonómica. Un parque que, precisamente por su estructura y extensión, es un lugar que necesita seguridad para evitar el vandalismo y el abandono. Este Parque al fin ha comenzado a ser objeto de atención y está siendo recuperado con una millonaria inversión, millonaria precisamente por el abandono de lustros.

Más allá de la lucha política, lo que está claro es que el vandalismo no es solo un problema de seguridad, sino de educación y civismo. No podemos resignarnos a que cualquier espacio público de calidad se convierta en un objetivo para los incívicos. No podemos normalizar que cada nueva infraestructura requiera vigilancia privada para que no la destruyan. La solución no pasa solo por poner más cámaras o más agentes, sino por crear una conciencia colectiva de respeto hacia lo que es de todos.

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Pero no es menos cierto que no todos los espacios públicos de la ciudad reciben el mismo trato, no en todos se pone el mismo celo de vigilancia y reparación de desperfectos.

De lo contrario, seguiremos atrapados en este círculo vicioso: se invierte en mejorar la ciudad, se destruye lo recién inaugurado, se culpa a las administraciones y se olvida el verdadero problema. Porque la gran pregunta sigue en el aire: ¿cuándo aprenderemos a cuidar lo que es nuestro?

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