Opinión

La voz de mi estómago y mi mente

(Foto: DALL·E ai art).
Aixa Almagro | Domingo 09 de marzo de 2025

Siempre he creído que somos lo que comemos, pero nunca imaginé hasta qué punto. En Almería, donde el sol brilla con fuerza y las frutas y verduras son un regalo de la tierra, me he dado cuenta de que mi dieta no solo afecta a mi cuerpo, sino también a mi mente. Y es que, en esta vida tan ajetreada y llena de estrés, he aprendido que mi microbiota tiene más poder del que pensamos.

[publicidad:866]

Recuerdo una tarde de verano, sentada en una terraza del Paseo Marítimo de Almería con mis amigos. Mientras disfrutábamos de unas tapas de pulpo a la gallega y gazpacho fresquito, uno de ellos soltó una frase que me hizo reflexionar: “¿Sabes que tu intestino es como tu segundo cerebro?”. En ese momento, entre risas y bromas sobre lo bien que nos sentaba el gazpacho, no le di mucha importancia. Pero ahora, con cada bocado de esa deliciosa ensalada de pimientos asados o esos higos dulces recién cosechados, empiezo a entenderlo mejor.

La microbiota intestinal es ese pequeño ejército de microorganismos que vive en nuestro interior y que se encarga de procesar lo que comemos. ¡Y vaya si manda! He notado cómo ciertos alimentos me hacen sentir ligera como una pluma mientras que otros me dejan como un globo desinflado. Cuando me paso con los fritos (¡ay esos pescaditos fritos tan ricos!), puedo sentir cómo mi estómago se rebela contra mí. Es como si mi microbiota estuviera gritando: “¡Basta ya! Necesitamos algo verde”.

[publicidad:866]

Y ahí entra en juego la conexión entre la comida y nuestras emociones. ¿Alguna vez te has sentido triste después de un atracón? Yo sí. Recuerdo una vez en la Feria de Almería cuando decidí comerme un plato gigante de churros con chocolate. La felicidad momentánea se desvaneció rápidamente al darme cuenta de que había dejado a mis bacterias en modo rebelde. Esa noche no podía dormir pensando en lo mal que me sentía... ¡y no era solo por el chocolate!

En estos tiempos modernos, donde todo parece ir rápido y no tenemos tiempo para nada, descuidamos nuestra alimentación. A veces optamos por lo fácil: comida rápida, precocinados... Pero aquí en Almería tenemos la suerte de contar con productos frescos y locales: tomates raf, berenjenas moradas o esas almendras marconas que son pura delicia. Así que ¿por qué no aprovecharlo? Cada vez más me esfuerzo por llenar mi plato de colores vivos y sabores auténticos.

[publicidad:866]

Es curioso pensar cómo nuestra salud mental puede estar influenciada por lo que llevamos a la boca. He leído estudios sobre cómo una microbiota equilibrada puede mejorar nuestro estado anímico e incluso ayudar a combatir la ansiedad. Me imagino a mis bacterias bailando al ritmo del flamenco mientras disfruto de un buen plato de verduras asadas al horno; eso sí es armonía interna.

Así que aquí estoy, aprendiendo a escuchar a mi microbiota y dándole lo que necesita para sentirse feliz. Mi estómago se ha convertido en un consejero sabio; cuando me pide frutas frescas o legumbres, le hago caso. Después de todo, somos lo que comemos... ¡y yo quiero ser alegría!

[publicidad:866]

Así que ya sabes: cuida tu alimentación porque tu microbiota manda más de lo que crees. Y si algún día te sientes un poco bajonero tras una comida pesada, recuerda aquella tarde en el Paseo Marítimo y piensa en tus bacterias bailando flamenco dentro de ti. ¡A comer bien se ha dicho!

TEMAS RELACIONADOS:


Noticias relacionadas