Opinión

Negacionismo infecto

(Foto: DALL·E ai art).
Antonio Felipe Rubio | Miércoles 12 de febrero de 2025

Por fin aparece el paradigma de la inutilidad política. Es el ejemplo de la palmaria incongruencia y el fracaso que afecta a la practica totalidad de todas las fuerzas intervinientes. Es difícil hacer coincidir a los principales partidos políticos en una acción concreta, especialmente cuando es para beneficio de la inmensa mayoría de los ciudadanos, pero para el ejercicio del mal existe una necia confabulación que parece inducirles hacia las soluciones más nefastas.

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Hace más de veinte años, una empresa se dispuso a promover un proyecto que contemplaba un hotel en la costa, al este la población de Carboneras. La empresa realizó todos y cada uno de los preceptivos procesos administrativos, contando con el beneplácito de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Carboneras. Con todo legal y sin la menor irregularidad a la vista, la empresa gestionó algunas ayudas provenientes de las distintas administraciones. Así, estas administraciones públicas al conocer las bondades del proyecto para el desarrollo del turismo, la economía y la sociedad del entorno, la empresa obtuvo dos importantes ayudas económicas: subvención del 10% de la inversión y reducción del 95% en la licencia de obras. Estas ayudas económicas las gestionó la Junta del PSOE de Sevilla y las concedieron el Gobierno central y el Ayuntamiento de Carboneras.

Bien avanzada la obra, pero con la estética de una obra a medio terminar: ladrillo a la vista, vanos de puertas y ventanas, paredes sin enfoscar, jardines verticales aún sin instalar… En fin, lo que ya sabemos que es una obra mientras está en ejecución. En estas circunstancias, una vez más la mala suerte se alió con el “pueblecico”.

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La desgracia acaeció cuando hace veinte veranos la Junta del PSOE de Sevilla agasajó a la pareja Narbona-Borrell con un paseo a bordo de la embarcación de la Agencia de Medio Ambiente por el Parque Natural Marítimo-Terrestre de Cabo de Gata-Níjar. Josep Borrell y Cristina Narbona, entonces ministra de Medio Ambiente con Zapatero, avistó la obra y, horrorizada, se aferró a los guardamancebos con tal fuerza que crujieron candeleros, vagras, varengas y trancaniles. ¡Paren máquinas! Ordenó la náyade socialista. A continuación, instó arrumbar hacia la costa para tener mejor detalle de ese criminal adefesio medioambiental… y tal y tal.

Inmediatamente, cristina Narbona, ejerciendo su autoridad ministerial, llamó a la consejera de Medio Ambiente de la Junta, también del PSOE, Fuensanta Coves.

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-Fuensanta, he visto este mastodonte. Hay que parar la obra inmediatamente y proceder al derribo.

-Pero, Cristina. Este es un hotel al que les hemos dado todos los permisos desde la Junta y el Ayuntamiento. Además, Zapatero le ha concedido una subvención a fondo perdido y no hay ninguna posibilidad de actuar en contra.

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-Pues si tú no actúas, Fuensanta, yo haré todo lo posible para derribar este adefesio.

Fue entonces cuando Cristina Narbona alertó a Greenpeace para que desplegase sus recursos de invasión, acoso y asedio contra esta construcción que iba a generar ochocientos puestos de trabajo y un deseable equilibrio ante el polo industrial a poniente del núcleo poblacional. Si Carboneras ya tenía la central térmica y otras actividades de industria pesada; a levante podría equilibrar con un centro turístico de gran dinamismo económico y con activación de un paraje olvidado, degradado y sin oficio ni beneficio.

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Y así fue como desde hace 20 años este edificio se ha convertido en el monumento, no a la agresión medioambiental, sino al fracaso de TODOS.

Jamás se intentó una solución para concluir el hotel o una residencia para la tercera edad, que sería arquetípica en la cuenca mediterránea. Nadie se quiso arriesgar a plantar cara a los verdaderos negacionistas: negacionistas del progreso, negacionistas del trabajo, negacionistas de la iniciativa, negacionistas de la productividad y negacionistas de la racionalidad y el sentido común. No. Nadie se quiso arriesgar y granjearse la enemistad de los activistas que pastorean en la trapacería y la insidia.

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Y, para colmo de la chulería institucional, la vicepresidente del Gobierno de España viene, con la excusa de visitar una balsa, a colocarse al frente de la demolición y como garante de la preservación medioambiental. Por supuesto, despreciando la presencia de las primeras autoridades locales de Níjar y Carboneras, y haciendo de este embeleco un bochornoso acto sectario y electoralista de esta inveterada dirigente socialista que, no lo olviden, formó parte integrante del gobierno que permitió, fomentó, alentó y subvencionó la construcción del hotel que ahora pretenden derribar.

¿Se puede ser más inútil a la vez que asaz sin vergüenza?

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