Le ha costado, pero al final Salvador Hernández, alcalde de Carboneras, ha sacado a pasear su pensamiento sobre el hotel. Se podrá estar de acuerdo o no con él, pero hay que reconocer que en esta ocasión no se ha escondido. Se ha dejado las medias tintas, lo políticamente correcto, y ha dicho lo que él y otra mucha gente piensa en el pueblo: ¡Salvar al hotel del Algarrobico! Hay que llegar a un acuerdo, para él evidente, y buscar fórmulas para que el mamotreto sirva de acicate para el trabajo en el municipio. Lo manifestado veinte años después por parte de un alcalde no sé si es valentía, locura, estar hasta los cataplines de los imbéciles, políticos o no que están a su alrededor, o una temeridad por su parte.
Si algo nos ha demostrado Salvador en estos tiempos en los que lleva dentro de la política, es que no tiene la cabeza solo para llevar gorra. Ha superado todas las barreras que le han ido poniendo los distintos partidos que ha tenido en el oposición, incluidos los judiciales, con los que ha conformado grupo y con los propios compañeros de formación política. Y ahí lo tienen, vivito y parece que coleando. Defendiendo una postura que cuesta trabajo interpretar. No creo que se haya lanzado a la piscina sin comprobar la existencia de agua en la misma. Es de imaginar que debe tener algunos datos que lo llevan a enfrentarse abiertamente a dos gobiernos, el de Madrid y el de Sevilla. Deja en pañales a la ministra de los cinco meses, y anuncia cinco años como mínimo para el derribo, y defiende con uñas, que es el ayuntamiento, que son los vecinos de Carboneras los que deben tener la última palabra sobre la licencia del hotel.
Hay que llegar a un acuerdo, para él evidente y necesario, pero para abrir el hotel, bien como residencia de la tercera edad o como se decida, pero siempre en beneficio de los vecinos del pueblo. Salvador levanta una bandera, la defensa del Algarrobico para el pueblo y sus vecinos. Le puede salir mal, pero alguien le ha debido decir que, con esa postura, cualquier decisión que se tome desde los gobiernos, le va a beneficiar. Si derriban el hotel, tú, Salvador, estuviste siempre al lado de tu gente, levantando la bandera de su defensa en beneficio de los puestos de trabajo a crear, si no lo derriban, si se crea una residencia o cualquier otra alternativa, ¿a quién se le deberá?
Ahora discutan políticos de uno u otro signo, vengan sentencias de sus señorías, protestas de los ecologistas y sesudos alegatos de directores de prensa, pero Salvador ha puesto la bandera en lo alto de su ayuntamiento, y dispuesto a defender el pabellón se presta. El vecino de Carboneras, el que ve cientos, miles de hoteles en las primeras líneas de playas en todo el litoral Mediterráneo, hoy se estará planteando si su alcalde tiene razón, es un valiente o está loco.