La polémica sobre la condonación de 83.000 millones de euros de deuda autonómica, impulsada por el gobierno de Pedro Sánchez, ha puesto en evidencia algo más que un debate técnico sobre números y balances. Ha desnudado, una vez más, la hipocresía de quienes, desde la izquierda o bajo la bandera de un andalucismo impostado, pretenden imponer a Andalucía decisiones tomadas a miles de kilómetros de sus problemas reales. Y lo que es peor: pretenden llamar «traidor» a quien se niega a aceptar un acuerdo cocinado sin los andaluces, para intereses que no son los andaluces.
El Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) nació como un salvavidas en tiempos de crisis. Un instrumento necesario, sí, pero también un arma de doble filo. Algunas comunidades han cumplido con sus obligaciones, devolviendo los préstamos. Otras, en cambio, han convertido el fondo en un pozo sin fondo. Ahora, el gobierno ofrece una quita histórica, un perdón parcial de la deuda, bajo un argumento de «ayuda de papá Estado».
El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, ha rechazado sumarse a un acuerdo que equipara a todas las comunidades, como si sus realidades fueran idénticas. ¿Por qué Andalucía debería aceptar sin más una condonación del 20% de su deuda —unos 18.000 millones— si nadie le ha preguntado si prefiere otro porcentaje, otro plazo, otra fórmula? La respuesta de los críticos es reveladora: lo acusan de «seguir órdenes de Feijóo» y de anteponer la «guerra política» a los intereses de su tierra. Pero, ¿no es precisamente al revés? Exigir que Andalucía asuma sin chistar lo pactado con Esquerra Republicana es someterla a los designios de una negociación ajena. Es convertirla en rehén de un trueque partidista. Eso no es andalucismo, es sumisión.
La gran pregunta es por qué quienes acusan de falso el «blanquiverdismo» de Moreno Bonilla no explican por qué sí es andalucista tragar con lo pactado con otros, cuando a los otros les interesa, y del modo en que los otros lo necesitan, convirtiéndonos en meras excusas para lograr sus fines. Recuerda mucho a nuestro proceso autonómico: los andaluces nos ganamos en la calle la autonomía de primera, aún así nos obligaron a realizar un referendum... y al final... lo conseguido por nosotros, se les otorgó gratis a todos los demás. Del mismo modo, sin que se hubiese desarrollado del todo nuestro primer Estatuto, se nos metió en el lío del segundo, simplemente para justificar el segundo de Cataluña... siempre igual, siempre.
Lo más paradójico es que quienes hoy tildan de «desleal» a Moreno Bonilla son los mismos que aplauden la condonación como un triunfo de la «justicia territorial». ¿Dónde está esa justicia cuando se impone a Andalucía un modelo diseñado para Cataluña? ¿Por qué no se le permite negociar sus términos, ajustar la medida a sus necesidades específicas? ¿Cómo puede considerarse justo condonar el mismo porcentaje a las CCAA ricas que a las pobres, por ejempo? La respuesta es incómoda: porque este no es un debate sobre deuda, sino sobre dependencia. Porque el gobierno central, en su afán por contentar a sus socios independentistas, ha convertido el FLA en moneda de cambio. Y Andalucía, una vez más, paga el pato.
El PSOE andaluz, cómplice de esta farsa, alega que Moreno «no prioriza a su tierra». Pero, ¿priorizar qué? ¿Aceptar migajas condicionadas por acuerdos cupulares? El verdadero antiandalucismo no está en quien exige autonomía para decidir y marcar sus prioridades, sino en quien normaliza que los andaluces callen y traguen. En quien reduce Andalucía a un apéndice de los pactos de Cataluña.
No se confunda: rechazar esta quita no es rechazar ayuda, pero primero debería pagar el Estado español lo que nos debe, porque a los 4.000 millones que la propia María Jesús Montero exigía al gobierno de Mariano Rajoy cuando ella era consejera en Andalucía, se unen otros 1.200 millones anuales desde 2028... ¿Pero qué quita nos va a hacer quien nos debe?
Ese trata de que no podemos ser convidados de piedra en nuestro propio futuro. Merece, al menos, que nos llamen a la mesa antes de repartir la tarta. Eso es andalucismo, tener voz propia, criterio propio, y poder propio. Necesitamos una buena financiación para poder gestionar nuestros recursos según nuestro criterio. Pero de esto aún no sabemos nada, porque Sánchez no lo ha pactado aún con Cataluña, y cuando lo hagá... eso también nos lo tragaremos.
Los que hoy hablan de «traidores» deberían mirarse al espejo, porque la impresión que da, es que quienes acusan a Moreno Bonilla de actuar a criterio de Génova 13, en realidad están actuando a criterio de Ferraz 70, por delegación de Calabria 166.