La bandera blanca y verde, que a lo largo de nuestra historia nos ha representado bajo el paraguas de la igualdad y la justicia social, hoy sólo ondea como un elemento de propaganda más en manos del gobierno del Partido Popular de Moreno Bonilla, que nunca se ha parado a pensar lo mucho que significa para la vida de todos los andaluces y andaluzas.
Han pasado 45 años desde aquel referéndum del 28 de febrero de 1980 y nunca como hasta ahora – a pesar de las dificultades y de lo que nos costó salir del abandono que sufrió nuestra tierra bajo el yugo de la dictadura- habíamos tenido la certeza de que todos los derechos conquistados en nuestra historia reciente se están poniendo en cuestión por quien hoy se envuelve en la bandera de Andalucía, pero nunca creyó en ella.
No puede creer en Andalucía quien ondea la bandera de la confrontación al rechazar que el Gobierno de España condone a Andalucía una deuda de 18.791 millones de euros sólo porque a Feijóo le interesa seguir desgastando al Gobierno de Pedro Sánchez, infligiendo de esa manera un castigo y un irreparable daño a los intereses generales de nuestra comunidad autónoma, el Estado de bienestar y los servicios públicos.
También parece poco probable que le preocupe Andalucía a quien dilapida millones de euros de las arcas públicas en beneficio de la sanidad privada, mientras mantiene a la sanidad pública en una situación crítica con una alarmante falta de profesionales sanitarios, sin actividad por las tardes en hospitales como el de Poniente, la Bola Azul o el de Huércal-Overa y con listas de espera disparadas.
Creer en Andalucía significa dignificar la educación y no permitir aulas masificadas, tal y como ocurre en Almería, esperas de 600 días para las personas que necesitan que se les reconozca el grado de dependencia o abandonar a su suerte a los jóvenes que buscan una vivienda.
Tampoco puede creer en la bandera blanca y verde ni en lo que representa quien accedió a la Presidencia de la Junta gracias a un acuerdo con la ultraderecha que rechaza la autonomía, niega la violencia machista, ataca al colectivo LGTBI, difunde mensajes xenófobos o sigue manteniendo en nuestra provincia gobiernos municipales en Níjar o Garrucha de la mano de Vox.
A estas alturas resulta más que evidente que el Partido Popular no piensa romper con la ultraderecha como sí han hecho los conservadores en Alemania. Feijóo se siente cómodo con el partido de Abascal y es de dominio público que el dirigente de Vox sería hoy vicepresidente de su gobierno si le hubiesen dado los números. No hay duda alguna al respecto de que lo hará si se le da esa oportunidad. No se la demos.