¡Madre mía, qué lío! Aquí, una servidora, dándole vueltas al coco mientras veo el solazo que pega ya en el Paseo Marítimo, y el mundo ahí fuera parece un capítulo de una serie de espías, pero de las que no entiendes ni la mitad de la trama. Resulta que la guerra esa comercial, la de los aranceles que empezaron hace ya un tiempo (lo del 'Día de la Liberación' suena a película, pero el lío es bien real), sigue dando más titulares por lo que no se sabe que por lo que se sabe. Un día es una cosa, al siguiente la contraria. ¡Que nos aclaremos ya, por favor!
Y en medio de este fregao monumental entre Estados Unidos y China, que parecen dos gallitos en el corral global a ver quién manda más, va nuestro presi, Pedro Sánchez, y se planta en Pekín para charlar con Xi Jinping. Que sí, que la visita ya estaba en la agenda desde el año pasado, pero hija, el timing tiene tela marinera. Justo ahora, con la que está cayendo, con los americanos y los chinos mirándose de reojo como si se fueran a sacar los ojos (metafóricamente, esperemos), vas tú y te vas de visita oficial. Olé.
Esto me deja a mí, y supongo que a media España, con la ceja arqueada como si viera llegar una nube negra al cielo de Cabo de Gata en pleno agosto. Y la pregunta del millón, la que nos hacemos mientras nos tomamos una tapa de cherigans aquí en Almería es: ¿A quién le interesa más tener a España de súper colega? ¿A los chinos o a los americanos?
Vamos a ver, que aquí en Almería sabemos mucho de exportar (¡nuestros tomates llegan a media Europa, oiga!) y algo intuimos de esto de los mercados y los intereses. Por un lado, tenemos a los Estados Unidos. Nuestros socios "de toda la vida", la OTAN, las bases militares que tenemos por aquí cerca en Andalucía (Rota, Morón...), las pelis de Hollywood y los vaqueros. Nos quieren de aliados fieles en Europa, un voto amigo en Bruselas y, claro, un mercado para sus cosillas. Pero, ¿somos imprescindibles para ellos? Pues no sé yo. Somos un amigo útil, un peón bien colocado en el tablero europeo, pero ¿el mejor amigo? Igual tienen otros preferidos con más peso.
Y luego está China. El gigante asiático. El que nos vende desde el móvil hasta los cacharritos de la cocina. A ellos les interesamos, y mucho, como puerta de entrada a Europa. Quieren invertir aquí, en nuestros puertos (¿quizás hasta en el de Almería algún día?), en nuestras empresas, y vernos como un país menos hostil que otros dentro de la UE. Además, seamos sinceros, les compramos una barbaridad de cosas. Me contaba el otro día mi primo, que trabaja en una cooperativa agrícola aquí en El Ejido, la odisea que es a veces cuadrar los números con los costes que vienen de allí y las exigencias de los mercados de aquí. ¡Un mundo! China nos ve como una oportunidad estratégica, un socio para expandir su influencia económica y política sin levantar tantas ampollas como en otros sitios.
Entonces, ¿quién puja más fuerte por nuestra amistad? Pues yo creo que la cosa tiene truco. A Estados Unidos le interesamos para mantener su influencia tradicional y su bloque occidental. A China le interesamos para abrirse camino y consolidar su nuevo poder global. Para los americanos somos parte del 'equipo' de siempre; para los chinos, quizás una pieza clave para cambiar las reglas del juego.
Pero la pregunta de verdad es: ¿Y a nosotros quién nos interesa más? Porque aquí, entre el sol y la playa, lo que queremos es que la cosa funcione, que nuestros agricultores puedan vender sus pimientos y pepinos sin aranceles locos, que haya trabajo y que no nos metan en líos que ni nos van ni nos vienen. Sánchez, con su visita, parece que quiere jugar a la ambigüedad, a estar bien con todos. Como se dice por aquí, quiere "estar en misa y repicando". ¿Es eso inteligente o es jugar con fuego?
Yo qué sé. Mientras los grandes juegan su partida de ajedrez mundial, aquí seguimos, intentando entender qué demonios pasa y esperando que, sea quien sea nuestro "mejor amigo", no nos salga muy caro. De momento, lo único claro es el sol que cae a plomo y que esta noche toca cenar pescaíto frito. Que al final, eso es lo que no falla. ¡Ahí queda eso!