Bueno, pues ya han empezado los fastos para conmemorar los cincuenta años de la muerte en la cama del anterior dictador. Todo sucedió el 20 de noviembre de 1975, pero el actual gobierno ha arrancado las celebraciones nada más iniciarse este 2025. ¡Qué ansia, Dios Mío!
Una vez más, cuando teníamos casi olvidado al general bajito y la mala leche, de nuevo llegan los políticos nostálgicos y vuelven a la carga. Ni en sus mejores sueños pudo imaginar el autócrata que medio siglo después de haber muerto su nombre estaría en boca de los políticos y se celebrarían actos recordando el suceso. Tenemos Franco para rato, un rato que va a durar doce meses ni más ni menos. Sabe Dios qué se inventarán después para volver a recordarlo.
Han disfrazado las conmemoraciones añadiendo el término libertad a continuación de franquismo sin tener en cuenta que son dos palabras antagónicas, se repelen. Y más cuando lo que aseguran desde el gobierno es una cochina mentira: La libertad no llegó inmediatamente después tras la muerte del general, tardó bastante tiempo en aparecer. Y lo puedo asegurar porque nadie me lo he contado, lo viví personalmente.
Aquello me cogió muy jovencito, con veinticinco años y esto me coge muy mayor, con setenta y cinco. Por lo tanto en uno y en otro caso me he quedado sin comprender –las edades mandan– los lloros de unos entonces y las evocaciones de otros al presente. Y tanto antes como ahora, paso tres quilos de lo que hagan o dejen de hacer los gobernantes de turno.
Lo que no obvia para poder recordar cuanto sucedió y tener clara idea de que en 2025 no hay nada que celebrar.
Voy a intentar resumirlo lo más posible: El 1 de octubre de 1975 me encontraba junto con mi pandilla en un banco de la Plaza de la Ópera, detrás de la Plaza de Oriente, cuando por la cercana boca del Metro comenzaron a salir una cantidad ingente de personas con pancartas, banderas y carteles de apoyo al dictador uniéndose a la riada de personas que bajaban por la calle. Salimos pitando de allí en dirección contraria a la masa y luego vimos en los informativos una plaza abarrotada aclamando al general. No nos extrañó, allí había mucha gente.
Desde entonces hasta el 20 de noviembre del mismo año, todo el mundo pensaba que aquello estaba “atado y bien atado”. Y más cuando se vieron las colas interminables para dar su adiós al “Caudillo de España por la G. de Dios”. Finalizado el entierro del dictador, el gobierno, el ejército y los procuradores en Cortes eran los mismos, nada había cambiado. El mismo control informativo, la misma censura, las mismas leyes y la tranquilidad en el pueblo tragatodo de que no había pasado nada. Y la Libertad ni estaba ni se la esperaba.
¿Cuándo podemos pensar que hubo un atisbo de libertad? Pues podríamos empezar por el 18 de noviembre de 1976 cuando la cámara legislativa franquista, los procuradores en Cortes, tras petición de Miguel Primo de Rivera, se hicieron el haraquiri y se autodisolvieron, o el 15 de diciembre de 1976 cuando se aprobó en referéndum la Ley para la Reforma Política o el 15 de junio de 1977 cuando se celebraron elecciones generales promovidas por el exsecretario general del Movimiento o el 6 de diciembre de 1978 cuando se aprobó una Constitución mediante referéndum. O, quizás, quizás fue en octubre de 1976 cuando un grupo musical andaluz, Jarcha, dio a conocer su canción “Libertad sin ira”. En estas fechas puede que sí haya algo que celebrar, aunque para llegar a esas efemérides aún queda tiempo. ¿Se acordará alguien de ellas cuando llegue el momento?
Finalmente, una exclusiva: Según fuentes generalmente bien informadas, podemos asegurar que la noticia de que en los actos programados está incluido un recital de Amaral donde cantarían su éxito “Sin ti no soy nada”, es una fake news. En realidad, nos confirman, esa canción la reservan, traducida al catalán por supuesto, para ser cantada por la delegación del gobierno cuando acude a Waterloo para rendir pleitesía a Puigdemont.