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El referendum cobarde de Tsipras

Por Rafael M. Martos
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lunes 06 de julio de 2015, 10:49h

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Todos queremos un referendum como el griego. Todos debemos tener derecho a un referendum como el griego. Un referendum como el griego debería ser parte de la Declaración de Derechos Humanos y de la Ciudadanía. ¡Viva el referendum griego y Tsipras, el padre que lo parió!

Todos debemos tener derecho a negarnos a pagar la hipoteca de nuestra casa y que no nos echen de ella, aunque resulte que el dinero nos lo hemos gastado en hacer viajes estupendos, ropas caras (Varoufakis), restaurantes... o sencillamente por que hemos decidido alargar nuestras vacaciones unos cuantos meses... por que también a todo esto tenemos derecho.

Y deberíamos tener derecho a jubilarnos a los 60 años con una pensión similar al salario que teníamos... no, mejor, del doble, que al fin y al cabo para eso hemos trabajado. Eso también debía ser sometido a referendum, y los sueldos también, en las empresas las nóminas... a referendum...

Queremos un referendum para decidir si el Estado debe contratar más sanitarios, más maestros, y si los ayuntamientos deben poner más personal en la administración para atendernos.

Y queremos un referendum sobre si hay que bajar los impuestos... o si hay que eliminarlos, y cuando nos dará el Estado por cada hijo y hasta que edad, y cuanto le pagarán por ir a la Universidad, y cuanto por ir en transporte público (sí, puede parecer una tontería, pero gracias a todo esto se mantienen puestos de trabajo, asi que deberían pagar por ello a los usuarios).

Comunicarse es un derecho, por tanto, móviles gratis, internet gratis, acceso telefónico gratis... y como crear también, todos los artistas deben cobrar del Estado... y todas las religiones subvencionadas, que no hay que ser excluyente. Y los sindicatos, y sí, también la prensa (sólo la que de buenas noticias, claro), y los partidos (los buenos, obvio).

Y queremos -y esto no es negociable- que los cajeros automáticos escupan dinero cada vez que metemos la tarjeta, igual que los griegos quieren que sus bancos tengan dinero aunque no haya quien se lo preste por que no lo devuelven.

Es tan absurdo. Los políticos están para resolvernos los problemas, no para trasladárnoslos. ¿Pero qué se esperaba que dijeran los griegos? Votaron a quien más les prometió, y que consciente o inconscientemente les engañó.

Un país tiene que cumplir sus compromisos, como todos los ciudadanos individualmente debemos hacerlo.

¿Quién va a querer invertir en Venezuela si sabe que es un dinero tirado a la basura por que cuando menos se lo espere le expropian el negocio? ¿quién le va a prestar a Grecia si sabe que cuando menos se lo espere habrá un referendum que a modo de escudo justifique el impago de la deuda?

El Estado español superó -con negociación- la posibilidad de un rescate, y otros países como Portugal o Irlanda, o la propia Italia, han logrado ir asomando la cabeza, cumplir con sus prestadores, pero a Grecia ha habido que refinanciarla varias veces, y mientras han seguido incumpliendo y pidiendo más y más. Eso sí, luego el Gobierno ha dejado la respuesta en manos de los ciudadanos con la escusa de la “soberanía”, una soberanía con la que no contaron para pedir los préstamos con los que han ido sobreviviendo, o una soberanía con la que no han contado a la hora de pactar extrema izquierda con extrema derecha... el gobierno de Tsipras ha cometido el mayor gesto de cobardía imaginable:

-el NO es una forma de que la gente no te eche nada en cara si finalmente la troika te corta el grifo, ya que “vosotros lo habéis querido”.

-el SI es una forma de imponer las medidas de la troika pero que tampoco te puedan echar en cara nada los ciudadanos porque “vosotros lo habéis querido”.

Al final ha ganado el NO. Un pueblo no tiene por qué ser ni más inteligente ni más valiente que sus gobernantes.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"