Es bochornoso que con casi 50.000 muertos oficiales por COVID19, con una incidencia que como mínimo multiplica por diez la cifra que podría dar cierta tranquilidad, el Gobierno central y los gobiernos autonómicos, planteen medidas para burlar las restricciones que han ayudado a reducir el número de contagios.
Parece mentira que no hayamos aprendido nada después de lo vivido tras la primera ola de la pandemia, que no hayamos aprendido de las consecuencias de una desescalada anárquica y politizada en el que todas las autoridades miraron para otro lado, cuando no –como hizo el presidente Sánchez- animaron a salir, a consumir y relacionarnos porque el virus ya era cosa del pasado.
Es inaudito que por salvar la Navidad nos vayan a condenar a otra oleada de contagios y muertes que tendrá su pico de incidencia –si no lo remediamos- justo un año después de haber comenzado toda esta pesadilla.
¿Pero qué es salvar la Navidad?
¿Acaso salvar la Navidad es confiar en que la providencia divina eliminará cualquier posibilidad de contagio en esas fechas?
Si el cierre perimetral ha funcionado hasta ahora, si lo ha hecho el toque de queda, si lo ha hecho la reducción de horarios comerciales… y si aún así mueren más de 400 personas al día, parece una insensatez que el debate no sea si las restricciones deben seguir hasta reducir la incidencia hasta un nivel de cierta seguridad, sino el modo de burlarlas sin que nos fastidien las fiestas con una multa.
¿Pero de verdad que la discusión es si en una casa se pueden juntar seis o diez personas, y si los niños cuentan en el cómputo, o hasta qué edad? ¿lo de las burbujas de convivientes ya no sirve? ¿es que de repente nos convertimos en inmunes sencillamente por juntarnos quienes tenemos el mismo apellido aunque nos veamos una vez al año? ¿y si nos juntamos en un restaurante si es peligroso y por eso prohibido? ¿y la ciencia en todo esto dónde anda?
¿De verdad que estamos buscando la etimología y haciendo el análisis semántico de la palabra “allegados” para utilizarla de comodín para cualquier traslado?
Ya se ha demostrado que no hay un comité científico al frente de la lucha contra el COVID19 porque el Gobierno central, a pesar de la exigencia del Consejo de la Transparencia, y de las múltiples peticiones de periodistas, de profesionales y de la oposición, sigue sin decir nombres.
Ya se ha demostrado que tenemos un Gobierno insensato, que miente e improvisa a un ritmo tan vertiginoso que es imposible seguir el rastro.
Pero también se ha demostrado que por pocos que sean aquellos que incumplen las normas básicas, las consecuencias de su irresponsabilidad es catastrófica, y a ellos precisamente es a los que se está mostrando el camino para eludir el castigo.
A los creyentes, salvar la Navidad les va a costar quedarse otra vez sin Semana Santa, y al resto de la ciudadanía –y a ellos también- ahondar en una crisis sanitaria cuya tercera ola nos arrasará como un tsunami.