Las recientes declaraciones de Santiago Abascal, líder de Vox, en Argentina han causado una gran polémica en España y en el ámbito internacional. Abascal, que acudió a la toma de posesión del presidente argentino Javier Milei, un ultraliberal que se define como "anarcocapitalista", dijo que Pedro Sánchez podría acabar colgado de los pies, como referencia velada al final del dictador italiano Benito Mussolini, fusilado y expuesto al público en esa posición.
Estas palabras no son una amenaza real, sino una falta de respeto al presidente del Gobierno español, y sorprenden por la afinidad ideológica de Abascal con el fascismo y con la extrema derecha europea. No en vano, él mismo se ha mostrado próximo y aliado a la presidenta de Italia, Georgia Meloni, que pertenece al partido Hermanos de Italia, heredero del neofascismo, al igual que otros líderes ultraderechistas como Marine Le Pen, en Francia.
Abascal se queja de que lo califiquen de ultraderecha, pero sus permanentes declaraciones fuera de tono lo sitúan en ese espectro político marginal, que no tiene cabida en una democracia pluralista y tolerante. Abascal quiere liderar la derecha, pero cada vez parece más claro que no a toda la derecha, sino a una derecha bronca y gamberra.
Por supuesto, las palabras de Abascal no son las primeras ni las únicas que se han pronunciado en el ámbito político español con un tono violento e irrespetuoso. Hace unos años, la socialista Carmen Calvo, entonces vicepresidenta del Gobierno, dijo que quería ver a la popular Esperanza Aguirre colgada de una catenaria, en referencia a las vías del tren. Estas declaraciones también fueron muy criticadas y condenadas por su falta de ética y de sentido común.
Del "la azotaría hasta sangrar" de Pablo Iglesias sobre la periodista Mariló Montero ya ni nos acordamos ¿verdad?
Ante estos exabruptos, cabe pedir coherencia y responsabilidad a los políticos de todos los signos. Quienes justificaron las palabras de Calvo, no pueden dar ahora importancia a las de Abascal, y quienes las condenaron, deben hacer lo mismo con las de éste. No se puede aplicar una doble vara de medir según el color político. Lo que se necesita es un discurso constructivo, respetuoso y democrático, que contribuya a la convivencia y al progreso de España. ¡Y a ver si maduran estos políticos nuestros!