Algunas ausencias duelen. Otras, en cambio, se agradecen. Entre las primeras, aquellas que recordamos con flores al menos una vez al año, o con alguna visita esporádica al camposanto y, siempre, con el corazón. En cambio, las segundas pasan inadvertidas, es más, ignoradas también de corazón.
A la jura de la Constitución de la princesa Leonor, futura reina de España, afortunadamente no acudieron los catetos periféricos, esos que no saben distinguir entre política e Instituciones, los que con sus pretendidos desaires dejaron que corriera el aire, los que no acuden al Congreso sino a cobrar el sueldo que sale de nuestros bolsillos, circunstancia para tener en cuenta nosotros, a ellos les importa una p**la
Sesudos analistas políticos justifican el comportamiento de los republicanos, cuando precisamente pueden serlo gracias a nuestro sistema democrático. Somos miopes o gilipollas, quizá ambas cosas cuando encontramos naturales las mamarrachadas de analfabetos políticos, porque como dijo Romanones, el conde: ¡Joder, qué tropa!
Dicho esto, en el mismo acto de la jura de la princesa Leonor, sobraban bastantes bultos sospechosos, principalmente tú, Pedro. ¿Cómo puedes jurar lealtad a la Corona al mismo tiempo que urdías una revuelta civil? Seguro que sabes Pérez Castejón que estás asesinando a la Constitución española, que estás derribando la democracia porque si llegas a ser presidente del Gobierno, serás un presidente mercenario. Tus actos, uno tras otro, hacen de ti un individuo peligroso para gobernar este país.
Uno de tus grandes ‘logros’ fue sacar a Franco del Valle de los Caídos. El resultado es que hemos cambiado un dictador por otro, un caudillo por otro y, a este paso, un Rey por Pedro. La ambición de este emperador de la Moncloa sacrifica lo que haga falta y reúne a toda la morralla anticonstitucional que se sienta en el Congreso.
Pedro Franco Sánchez, hazte y haznos un favor. Aprovecha las ofertas de Iberia, viaja a lugares exóticos donde te ajusten tus psicopatías. Y no vuelvas. Ya ves, el plan es más atractivo que huir en el maletero de un coche. Sí, Pedro, sí, porque tu existencia no es eterna, aunque te creas un dios.