La reciente confirmación de Pedro Sánchez de continuar en su cargo como presidente del Gobierno de España, tras cinco días de deliberación familiar y especulación pública, ha generado un torbellino de opiniones y reacciones. La decisión, anunciada hoy a las 11:00 de la mañana, pone fin a un periodo de incertidumbre política y personal que ha mantenido en vilo a todo el país.
La controversia no solo se centró en su futuro político sino también en los ataques dirigidos hacia su esposa, Begoña Gómez, y su familia. Estos ataques, que Sánchez ha calificado de injustificados, han levantado cuestiones sobre la civilidad y el respeto en el ámbito político y mediático.
Reconozco que busqué con quién apostar a que se quedaba, pero no encontré absolutamente a nadie que estuviese convencido de lo contrario, o al menos no tanto como jugarse algo. Eso refleja la percepción generalizada de que Sánchez continuaría en su puesto. Sin embargo, más allá de las apuestas y las expectativas, lo que realmente resalta es la respuesta de Sánchez a las acusaciones contra su persona y su esposa. La falta de una respuesta detallada a las publicaciones de medios como El Confidencial o El Mundo, que han presentado pruebas de sus alegaciones, deja un vacío en la narrativa que Sánchez y Gómez han decidido mantener.
La ausencia de una demanda por injurias y calumnias, o la falta de pruebas concretas para contrarrestar las acusaciones, plantea dudas sobre la estrategia de comunicación adoptada por el presidente y su equipo. En una era donde la transparencia y la rendición de cuentas son cada vez más valoradas por la ciudadanía, la elección de Sánchez de no abordar estas cuestiones en profundidad podría interpretarse como una oportunidad perdida para reafirmar su autoridad moral y la confianza ciudadana.
Pero ese largo "periodo de reflexión", no le ha servido para tener un pequeño, un mínimo, un minúsculo, gesto de contricción. ¿No fueron él y su vicepresidenta Montero, quienes desde la tribuna del Congreso se hicieron eco de un bulo -desmentido por el propio medio que lo publicó- sobre la esposa de Alberto Núñez Feijóo? ¿No fueron él y su vicepresidenta Montero quienes insisten una y otra vez en las acusaciones de corrupción contra Isabel Díaz Ayuso y su hermano, tras ser archivado el asunto en distintas instancias judiciales, ante la falta de delito?
¿Pero no es él quien no ha tenido la gallardía de felicitar al ganador de las pasadas elecciones generales, Núñez Feijóo, mientras éste sí que le felicitó por ganar la investidura? ¿Quién no acepta los resultados electorales?
Tras anunciar su "periodo de reflexión" en una carta en una red social, sin admitir preguntas, obviamente, su decisión final la comunica en una comparecencia en la que tampoco acepta preguntas... y es que esa es precisamente la cuestión, que las informaciones apunta que su esposa se beneficio profesionalmente del cargo que él ostenta, y que ella actuó de mediadora en beneficio de empresas sobre las que él y su gobierno tenían que tomar decisiones, y a eso, ni Sánchez ni Gómez han respondido.
En esta deriva autocrática y caudillista, no ha resistido la tentación de recurrir a hablar de mayoría social en vez de mayoría electoral, que es la que realmente representa a un país, o de lo contrario, está pidiendo que "los del otro lado" monten una manifestación mayor, a la que él responderá con otra, y así, hasta que se arme un lío bien gordo.
Y a todo ésto... ¿que hay de lo de Begoña Gómez?