En un alarde de maestría retórica y sentido del timing, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos regaló este martes una de esas ruedas de prensa que dejan más preguntas que respuestas. Bajo el pomposo título de "escudo social", Sánchez presentó un "decreto ómnibus" con 29 medidas destinadas, según él, a proteger a los ciudadanos de los embates de la inflación y otras calamidades económicas. Lo curioso es que, mientras hablaba de escudos y protecciones, no pudo evitar sacar pecho de lo bien que va la economía española. ¿Pero somos ricos, o somos pobres? Porque la verdad es que, después de escucharle, uno no sabe si irse de compras o ponerse a hacer cola en el banco de alimentos.
Sánchez nos recordó, con esa sonrisa de vendedor de coches usados, que España crece al 3%, que somos los campeones del crecimiento en la Unión Europea, que hay más gente trabajando y cotizando a la Seguridad Social que nunca, que el salario mínimo es el más alto de la historia y que los contratos indefinidos están en auge. Vamos, que según él, estamos en la gloria, o en la champion league, que diría José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, ojo, no nos confundamos: esta gloria es tan frágil que una semana sin subvenciones al transporte público o unos pocos euros de retraso en la subida de las pensiones son capaces de sumir al país en el caos. ¿Es esto lo que sus aplauidores llaman "milagro económico"? Porque, sinceramente, suena más a espectáculo de magia.
El presidente habló del "dolor social" como si fuera un diagnóstico médico. Y, en cierto modo, lo es. Porque si algo duele es ver cómo un gobierno que presume de cifras macroeconómicas espectaculares se ve obligado a parchear la economía de las familias con medidas que, en el mejor de los casos, son un paracetamol para un cáncer. ¿De qué sirve crecer al 3% si el ciudadano de a pie no nota ese crecimiento en su bolsillo? ¿De qué sirve tener más gente cotizando si los salarios no alcanzan para llegar a fin de mes? ¿De qué sirve un salario mínimo récord si el coste de la vida sube más rápido que los sueldos?
O dicho de otro modo: después de siete años en el Gobierno los ciudadanos no vivimos mejor que antes, hasta el punto de que sigue siendo nececesario un "escudo social", pagar 50 o 60 euros al mes por el abono-transporte desequilibra la economía familiar.
Pero no nos equivoquemos: el verdadero espectáculo no fue el decreto en sí, sino la narrativa que lo acompañó. Sánchez, con esa habilidad suya para mezclar optimismo y victimismo, nos vendió las 29 medidas como "la práctica totalidad" de las más de 80 que incluía el anterior decreto ómnibus, aquel que le fue bloqueado por el PP, Vox y, sí, también Junts. Ah, Junts. Esa formación que, curiosamente, no fue mencionada como bloqueadora durante la tramitación en el Congreso, pero que al final ha resultado ser la salvadora del nuevo decreto.
En realidad, esto último es lo que lo explica todo, porque no se puede pedir que sepa mucho de economía y matemáticas quien sostiene que el 35% es casi el 100%. Así no van a salir las cuentas nunca, como le pasó -otra vez- a Zapatero, porque seguro que recordarán que un micrófono abierto tras una rueda de prensa permitió grabar al socialista Jordi Sevilla -economista- susurrarle que lo convertiría en experto "en dos tardes"... y pasó lo que pasó.
Lo más irónico de todo es que, mientras Sánchez se llenaba la boca de cifras y porcentajes, el país estaba en vilo por cosas tan simples como el precio del billete de autobús o unos pocos euros de más en las pensiones. Es como si el presidente viviera en una burbuja donde el PIB y el empleo son los únicos indicadores que importan, mientras el resto del país se pregunta cómo va a pagar la luz, la gasolina o la cesta de la compra.
Lo que tampoco dice el presidente -y ya lo contamos en otro artículo- es que los postivos datos macro se deben a las medidas y reformas implementadas en la época de Mariano Rajoy, según Financial Times, por citar el mismo medio del que hace gala.
Y no nos olvidemos de ese detalle que tanto gusta a Sánchez: la retórica del "enemigo exterior". Es decir, la oposición tiene la culpa de lo que pasa ¿pero quién toma las decisiones, quién gobierna? Si el gobierno no es capaz de gobernar, lo que debería hacer es desistir y convocar elecciones.
Lo de Sánchez es como ver a un mago que nos distrae con una mano mientras con la otra nos vacía los bolsillos. Nos habla de crecimiento, empleo y salarios récord, al tiempo que insiste en el "dolor social" generado al no aprobar la subvención al abono-transportes, o no prorrogar la bajada del IVA... o no regalarle a un partido político y palacio en pleno centro de París, que, en todo caso, debía ser para el Gobierno vasco.
Sánchez nos vende un "escudo social" que, en realidad, es más bien un parche temporal.
Volvemos a la pregunta inicial: ¿somos ricos, o somos pobres? Somos ricos en cifras macroeconómicas y pobres en bienestar real. Somos ricos en discursos y pobres en soluciones. Somos ricos en promesas y pobres en resultados.