He seguido con cierto interés el cabalgar por la política de la almeriense, Pilar Navarro. Justo es reconocer que de aquella número uno quizás esperábamos algo más. Siempre me ha parecido que los intelectuales de verdad tienen poco que hacer en política, y es posible, con el paso del tiempo, que algo de esto le haya sucedido a la carrera política de Pilar. Algunos pensamos que era mujer más para la ciencia, la investigación, el trabajo jurídico que la dura política, en la que te mueves siempre en el duro y delgado alambre existente entre las medias verdades, lo que es lo mismo que decir entre las medias mentiras.
Se supone que es difícil para una mujer como ella, más intelectual que política, abrirse camino en medio de la marabunta que suponen algunas de sus compañeros en el Partido Socialista. Se nos presentó como una mujer de matrícula, abonada al diez en su carrera, y vimos en ella la imagen de la victoria sobre la mediocridad política que conocíamos en aquellos tiempos, y que para desgracia de los partidos y de los ciudadanos no ha mejorado demasiado. No nos imaginábamos en los años que la conocimos, que la política también iba a poder con la esperanza puesta en ella, y tiene toda la pinta de que es lo que ha ocurrido con su carrera. Es diputada andaluza, que no está mal, dirán algunas que sacarían las navajas por un puesto así, pero, algunos pensábamos, y lo seguimos haciendo, que los mejores talentos se pierden cuando se meten en el embarrado mundo de la política.
Habría que cambiarlo, cierto, pero quién es el guapo que le pone el cascabel a Sánchez, Feijoo, Abascal, y demás líderes que tiene en sus manos rodearse de los mejores, y vemos quiénes son sus más fieles asesores. Pero no quieren gente que puedan pensar en libertad, y menos que sean inteligentes a la hora de hacerlo. Siento que, en Pilar, por culpa de la política, se ha perdido la oportunidad de tener una voz de mujer libre, haciendo un mundo mejor en la carrera donde sorprendió a toda una provincia y a todo un país.
La última intervención que le seguí en el parlamento del convento, bien estructurada como siempre, casi más de forma científica que política, en la que tocaba el tema del Algarrobico, noté que se dejaba algunas consideraciones importantes fuera de su discurso, lo de las medias verdades, o mentiras del mundo de la política. No habló de los culpables a la hora de dar la licencia municipal, se olvidó de los responsables de la Junta que le dieron las bendiciones a la construcción del hotel, los primeros y los segundos, eran políticos, como ella, y como ella del mismo partido. Olvidos a los que a veces obliga la política.