Nada más salir de prisión provisional, el empresario Víctor de Aldama, tras su confesión ante el juez Ismael Moreno, desvelando jugosos detalles de la cada vez menos presunta trama de corrupción domiciliada en La Moncloa, pero cuyas raices llegan hasta la calle Ferraz, fue ridiculizado por sus residentes. Aprovecharon para ello que Aldama afirmó haber colaborado con la Guardia Civil, y mantener contactos con el FBI y la CIA. Claro, como era de esperar, el Gobierno y el partido socialista, encabezados por Pedro Sánchez, se lanzaron sobre él con la misma elegancia con la que un elefante entra en una cacharrería.
El presidente del Gobierno, con su habitual contundencia, calificó las declaraciones de Aldama como “una inventada”. Debió haber sido más precavido, pues cuando dijo no conocer a Aldama, apareció una foto de éste en un mitin sentado en lugar preferente, y cuando aseguró que era casualidad, apareció otra de ambos posando abrazados en una zona reservada. Pues sí, sí se conocían.
Apenas unos días después de su salida de prisión y tras ecuchar lo de la "inventada" y darse por ofendido, Aldama presentó pruebas irrefutables. Primero, un vídeo donde se le veía recibiendo la cruz con distintivo blanco de manos de la propia Guardia Civil, acompañado de elogios por su trabajo contra el terrorismo. Al parecer, en el mundo de Sánchez, las condecoraciones de la Guardia Civil son también parte de la fachosfera, de los bulos y de la máquina del fango.
Pero la cosa no quedó ahí. También acaban de publicarse fotografías suyas, de Aldama, en un centro de tiro de la Guardia Civil, flanqueado por agentes del FBI y la CIA. Si quiere pruebas... Aldama dixit.
Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, quien no dudó en comparar a Aldama con Mortadelo y Filemón, los célebres detectives de la TIA, debe estar ahora mismo buscando la manera de tragarse sus palabras sin atragantarse. Tal vez en su próxima intervención nos cuente que las fotografías y vídeos también fueron obra de Ibañez, en uno de sus momentos de inspiración creativa.
Y es que el Gobierno se apresuró a ridiculizar a Aldama, sin prever que la realidad iba a jugarles una mala pasada. Mientras los ministros se deleitaban con comparaciones de cómic, Aldama estaba ocupado sacando pruebas de su chistera, dejando en evidencia a quienes dudaron de él. Porque ser portavoz de Sánchez es una de las tareas más complicadas que hay ahora mismo, ya sea porque cambia de opinión tan rápido que es difícil seguirle el ritmo, o porque cuando dice que algo es falso, lo más probable es que sea cierto.
La próxima vez que nuestros líderes decidan desacreditar a alguien, tal vez deberían recordar que Sánchez no pactaría con Podemos, ni con Bildu, que no habría amnistía ni tampoco indultos... y claro, Aldama... se lo había inventado todo. Y mientras tanto, nosotros, el público, observamos este espectáculo con una mezcla de incredulidad y diversión, como quien lee una nueva entrega de "Anacleto, agente secreto".
En lugar de burlarse y hacer analogías infantiles, quizá sea hora de que los políticos se tomen las cosas un poco más en serio, porque son personas como este “Anacleto” quienes acaban hundiendo gobiernos ¿no, Carles v. Shouwen?
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