¡Qué decir del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez que no se haya dicho ya!
Hablar de un Gobierno cuando aún no ha empezado a trabajar es un atrevimiento, por lo que solo cabe valorar la imagen que transmite, y el de Sánchez transmite, y lo que transmite es bueno. Básicamente es bueno porque recupera la tradición del PSOE en la reciente democracia, que no es otra que la socialdemocracia, el centro izquierda, el europeísmo, y la distancia con veleidades radicalistas.
Pero más allá de eso, Sánchez ha dejado sus mensajitos internos en ese Gobierno. Y si hay mensaje en la mayoría femenina –que no debería ser un mensaje, solo la evidencia de que en este caso eran más las mujeres adecuadas para el cargo, como en otro caso podrían haber sido hombres, que la inteligencia no está entre las piernas-, hay otros mensajes mucho más jugosos, como el nombramiento de alguien como Josep Borrell de cara a los independentistas catalanes, o guiños a los socialistas catalanes y vascos que le apoyaron desde el principio, también los hay hacia la andaluza Susana Díaz.
Sánchez mete ni más ni menos que a tres socialistas andaluces, dos mujeres y un hombre. Y si comenzamos por este último, Luis Planas, hay que recordar que ha sido el único que le ha plantado cara –por decirlo de alguna manera- a Susana Díaz, cuando siendo su consejero de Agricultura intentó recabar avales para disputarle unas primarias y no lo logró. Así, la trianera logró imponerse sin contrincante y convertirse así en la candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía.
Eso es lo más parecido a un mensaje a la que fue su rival en primarias, una señal de que no solo no olvida, sino de que quienes estén contra ella, pueden recibir el cariño de La Moncloa.
Pero también está María Jesús Montero, consejera de Susana Díaz en Economía, y que se va a Madrid como ministra. Es verdad que oficialmente ha cuadrado las cuentas andaluzas bajo las exigencias del Gobierno del Partido Popular, pero hasta ahí. Su trayectoria es más bien desgraciada para los andaluces, a quienes nos trae fritos a impuestos, no solo porque quiera recaudar más, sino por motivos ideológicos, porque en ellos se fundamenta para defender el impuesto de sucesiones y donaciones.
Montero es del entorno de Díaz, o de lo contrario no sería consejera, pero su nombramiento puede acabar generando problemas, y quizá eso es lo que busca Sánchez, o quizá todo lo contrario. A ver, Montero como consejera ha sido muy exigente en el tema de la financiación autonómica con el Gobierno de Rajoy, y ahora es ella la que está al otro lado. Si Andalucía mantiene sus exigencias, abrirá una brecha en Despeñaperros, o lo que es lo mismo, con Susana Díaz. Ahora bien, puede ser que el motivo no sea otro que, desde esa relación Montero-Díaz, la exconsejera y la presidenta se entiendan, y Andalucía deje de exigir y se conforme, lo que facilitaría a Sánchez la negociación con otras comunidades.
Pero sin entrar en más recuerdos y detalles, lo cierto es que ella y Carmen Calvo –una política metida a intelectual con escaso éxito, como demuestran sus permanentes meteduras de pata en su época con Zapatero- se convierten por sus ministerios en dos mujeres fuertes en el Gobierno, lo que también es otro recaíco: a pesar de perder las primarias en Andalucía… o quizá por eso… Sánchez no se olvida de esta tierra porque la quiere conquistar.
Pero si Luis Planas es posible que no opte a volver a disputarle unas primarias a Díaz, quién sabe si Calvo o Montero no lo harán.