Mientras la capital de Almería se sumerge en sus fiestas de agosto, con sus tradicionales polémicas que parecen repetirse año tras año y son tan estériles como siempre, el mundo sigue girando y las guerras continúan su curso dejando un rastro sangriento que nos pasa desapercibido. Es fácil perderse en la algarabía de los cacharricos y olvidar que, más allá de nuestras fronteras, hay realidades mucho más crudas y devastadoras.
En Ucrania, aunque parece recuperan terreno ante la todopoderosa Rusia, la guerra sigue dejando miles de muertos y millones de desplazados. Las cifras son escalofriantes: más de 9,000 civiles han perdido la vida y alrededor de 14 millones de personas han sido desplazadas desde el inicio del conflicto. En Sudán, el conflicto en Darfur ha resurgido con una violencia brutal, dejando a miles de personas sin hogar y en una situación de extrema vulnerabilidad.
En Palestina, la situación es igualmente desoladora. Más de 40.000 muertos según fuentes independientes. La violencia en Cisjordania también ha cobrado cientos de vidas desde octubre, con colonos israelíes actuando con total impunidad. La comunidad internacional ha condenado estos actos, pero la realidad es que la violencia continúa sin cesar.
Y mientras tanto, en Venezuela, la crisis política y social sigue su curso. Las recientes elecciones presidenciales han sido un foco de tensión, con acusaciones de fraude y una represión violenta contra los manifestantes. La situación es tan grave que la comunidad internacional ha intervenido, exigiendo transparencia y justicia. Pero sigue sin pasar lo que tendría que pasar.
Sin embargo, aquí en Almería, nuestra atención se centra en las fiestas y, como mucho, en la política española. Los conflictos en otros lugares del mundo nos llegan de manera esporádica y, en estas fechas, apenas prestamos atención a la prensa. Es como si todo nos quedara tan lejos, como si no fuera parte de nuestra realidad.
Además, hay conflictos de los que ni siquiera tenemos noticia porque los medios de comunicación no informan sobre ellos. En lugares como Yemen, la guerra civil ha dejado una crisis humanitaria devastadora, con millones de personas al borde de la hambruna. En Myanmar, la persecución de la minoría rohingya ha llevado a cientos de miles de personas a huir de sus hogares, enfrentándose a condiciones inhumanas en campos de refugiados.
Como mucho seguimos el rastro de Pedro Sánchez y su afortunada familia, o las andanzas del pícaro Puigdemont... y crímenes, que eso es lo que realmente mola en los informativos veraniegos para sostener una audiencia que no tiene gran interés en asuntos sesudos.
Es importante recordar que, aunque estemos inmersos en nuestras celebraciones y preocupaciones locales, el mundo sigue girando y las tragedias continúan. No podemos permitirnos el lujo de ignorar lo que sucede más allá de nuestras fronteras. Debemos ser conscientes y solidarios, y no olvidar que, mientras nosotros disfrutamos de nuestras fiestas, hay quienes luchan por sobrevivir.