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Regeneración democrática
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(Foto: malasombra)

Regeneración democrática

Por Rafael Leopoldo Aguilera
domingo 05 de mayo de 2024, 17:09h

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Hemos llegado a un momento grotesco en esta llamada democracia constitucional, en el que la presidencia del Gobierno tras el receso novelado en diferentes medios se le ha investido por mínima aclamación en el gobernante “in pectore” de la III república, en una fase acaparadora de la potestad institucional otorgada por la Constitución, al pasar de ser “primus inter pares” a creerse que es el único, verdadero y auténtico eje vertebrador de toda la vida política, económica, social y cultural de España, y todo lo que se haga o deje de hacer, no solo en el Estado, sino en las Comunidades Autónomas y demás entes territoriales, tienen que estar a la medida de su erudición individual o colegiada por imperativo personal, no cabiendo críticas algunas, sean o no constructiva, vengan de donde vengan.

Ahora pretende, que los medios de comunicación en soporte papel o digital no informen de lo que los tribunales y juzgados están investigando, y que los jueces no hagan su trabajo y no investiguen, y encima con mala educación y falta de respeto de algunos diputados o senadores, desde el estrado de la soberanía nacional, les llaman “fachas con toga”, erosionando con esta conducta tan incívica la independencia judicial, la libertad de expresión, la libertad de prensa y apostando por una democracia al estilo de algunos de los sufrientes países hermanos hispanoamericanos.

A todo lo que está aconteciendo lo definen como medidas de regeneración democrática, no consensuadas con la derecha nacional, para enfrentarse a la “máquina del fango”, que a su vez es la “derecha nacional” y que “solo hay una manera de revertir esta situación”, llevándonos a la sociedad a limitaciones democráticas de estilo oligárquico, la cual no es la que queremos el conjunto de la sociedad porque consideramos que quiebra los principios rectores y valores de nuestro Estado de Derecho bajo el paraguas de los bulos y las mentiras compulsivas, y con ello el legítimo debate con prestancia y saber estar entre las opciones políticas que buscan el bien común y no partidista representadas en los hemiciclos de las Cortes Generales.

Uno de los rasgos distintivos de la política española desde la Transición hasta la actualidad había sido su estabilidad y previsibilidad, las que se han visto conmovidas especialmente en los últimos años con discursos desafiantes y pactos con nacionalistas rupturistas de derechas e izquierdas, los cuales quieren desmembrar la nación de la unidad y soberanía territorial y redibujar los poderes del Estado politizándolos a su conveniencia; con normas legales, que en vez buscar la armonía entre los españoles han alimentado el conflicto dialéctico, el desencanto y la decepción por no nutrirse las mismas - Ley de la «Memoria Histórica» y de «Amnistía » - con la impronta de la concordia.

A la vista de lo ocurrido en las tres provincias vascas españolas y dependiendo del resultado en las elecciones en Cataluña el próximo domingo habremos pasado de estar en el precipicio del barranco a tocar el fondo del abismo hacia el no constitucional seudo Estado federal como primer paso hacia la independencia de hecho y de derecho con la aquiescencia de una parte de países de la Unión Europea y otras países afines del orbe con sentires “democráticos” marxistas.

Cómo no haya un pacto de Estado entre los partidos nacionales y autonómicos de cambiar aspectos de la radicalidad en la política nacional con sentido de integración en la unidad de España, el futuro mediato no nos traerá nada halagüeño para la vida comunitaria de este vetusto y señero país, al que muchos seguimos llamando Patria, sino a más confrontación y obstáculos insalvables que no permitirán la convivencia política, la cual debe de estar basada en la confianza ciudadana y en inequívoca correlación histórica presente entre democracia constitucional y las normas que inspiraron la Transición política que auspiciaron prosperidad y paz, expulsando del sistema cualquier rasgo no dialoguista, de discordia y sectario peronista.