El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha encontrado una nueva forma de financiar sus promesas electorales: la inflación. Gracias al aumento de los precios, que ha disparado los ingresos tributarios del Estado, Sánchez ha podido aprobar una serie de medidas que le permiten presentarse como el salvador de las familias y las empresas frente a la crisis.
Según los datos de Hacienda, la recaudación tributaria creció un 19,1% hasta mayo, alcanzando los 93.000 millones de euros¹. De esta cifra, unos 10.600 millones se deben al efecto de la inflación, que ha elevado la base imponible de impuestos como el IVA o los Especiales. Es decir, que los ciudadanos han pagado más impuestos sin haber mejorado su renta real.
¿Y qué ha hecho Sánchez con este dinero extra? Gastarlo en sus promesas. En las últimas semanas, el Gobierno ha aprobado una batería de medidas que suponen un desembolso de unos 15.000 millones de euros, según el propio Sánchez. Entre ellas, destacan las ayudas par air al cine, para el transporte público, las subvenciones a la compra de coches eléctricos, las rebajas fiscales a las pymes, los créditos ICO o las inversiones en infraestructuras.
Así, Sánchez pretende hacer creer a los españoles que les está ayudando a combatir la inflación, cuando en realidad les está cobrando más impuestos para financiar su campaña electoral. Una campaña que se enfrenta al desafío de Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP, que ha optado por un estilo 'low cost' y a pie de calle frente al "Falcón de Sánchez" .
Feijóo ha criticado duramente la política fiscal del Gobierno y ha propuesto que sean los ciudadanos quienes decidan qué hacer con el dinero extra que han pagado por la inflación.
Sánchez, ha preferido seguir gastando el dinero de los contribuyentes en sus promesas. Unas promesas que no tienen garantía de cumplimiento ni de eficacia, y que pueden poner en riesgo la sostenibilidad de las cuentas públicas. Mientras tanto, la inflación sigue subiendo y erosionando el poder adquisitivo de los españoles. ¿Hasta cuándo?