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Sobre el odio y sus distintos discursos

Por Jose Fernández
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miércoles 08 de septiembre de 2021, 13:41h

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Uno de los signos del avance de la civilización es, tal como parece ahora, la capacidad de sintetizar y articular los sentimientos de repulsa y rechazo en un conjunto de enunciados y argumentos. Es decir, lo que viene siendo el llamado “discurso del odio”, que es otra de esas acuñaciones recurrentes que hemos asimilado y adoptado sin pensar demasiado en su significado.
Ahora todo el mundo está horrorizado y preocupado por los recientes ataques y agresiones (algunas especialmente crueles) que se están produciendo en varios lugares de España contra homosexuales por el mero hecho de serlo. Una atrocidad que concita el rechazo de toda la sociedad y nos recuerda la necesidad de buscar los medios legales para evitar y castigar con toda la dureza posible estos hechos. El más reciente sucedió hace unos días en Madrid, cuando un grupo de encapuchados acorraló en un portal a un hombre y, tras humillarle, le grabaron con un objeto punzante la palabra “maricón” en el culo.
Les ahorraré el párrafo en el que el columnista deplora un hecho así y manifiesta su solidaridad con la víctima, con el colectivo homosexual y expresa su repulsa a los agresores solicitando su ingreso en la más alejada y severa de las penitenciarías, etcétera. Lo doy por amortizado, porque no se trata de eso ahora. Los que así actúan son unos miserables que se merecen lo peor que les pueda deparar la ley, y punto. Lo que vengo a decir es que no todos los odios comparten la misma retórica de condena y execración. Hay odios, y odios.
Por ejemplo, nadie en su sano juicio podría asumir o ver con naturalidad que los encapuchados que agreden a homosexuales por odio pudieran tener representación, voz, influencia o voto en la escena política española. Sería algo impensable en un país en donde su presidente se pone a la cabeza de las manifestaciones contra estos delitos y convoca con trompetería urgente la comisión contra los delitos de odio, tal como acaba de hacer Pedro Sánchez.
Pero imaginen ahora que los malnacidos que bajo la capucha esperaron, rodearon, humillaron y torturaron a ese joven en un portal se lo hubieran llevado secuestrado y lo hubieran mantenido encerrado diecisiete meses en un agujero infecto. O imaginen algo peor: que lo hubieran conducido atado a un bosque y, tras obligarle a arrodillarse, le hubieran pegado dos tiros en la cabeza. O que le hubieran puesto una bomba en el coche y que, literalmente, lo hubieran reventado. Y no por ser homosexual, sino por ser guardia civil, policía, militar o concejal de un partido con el que no simpatizas. O simplemente por ser la mujer o hijo de alguno de ellos. Bueno, pues no imaginen. A día de hoy, los inspiradores, sostenedores y defensores de esos encapuchados no sólo tienen plena representación, voz, influencia y voto en nuestro sistema político, sino que además resultan determinantes para el sostenimiento del gobierno que preside Pedro Sánchez, el mismo que está encabezando la manifestación contra los que agreden por homofobia. El mismo que consiente el acercamiento y homenaje público a los asesinos con los que prometió que jamás iba a intentar buscar el apoyo o auxilio político que ahora usa para seguir siendo presidente. El mismo.

Jose Fernández

Periodista.Asesor de Prensa
en el Ayuntamiento de Almería.