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Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo
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(Foto: Rafael Leopoldo Aguilera)

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

Por Rafael Leopoldo Aguilera
domingo 24 de noviembre de 2024, 12:01h

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Domingo de la Trigésima Cuarta Semana del Tiempo Ordinario. Ven Espíritu Santo ilumina nuestros corazones con la fuerza infinita de tu luz y sabiduría, y prepáranos para este encuentro con Jesús en el centro de nuestras familias, para que nuestras realidades de abuelos, padres, esposos e hijos sean reflejo de las realidades de la Sagrada Familia de Nazaret, donde la figura de María cobra en su SÍ una invitación a nosotros, a responder de la misma manera a este encuentro intimo con Dios Padre.


Hemos llegado al último domingo del tiempo ordinario, antes de iniciar el tiempo de Adviento. La Iglesia siempre celebra y proclama en este día a Jesucristo, Rey universal. Las lecturas de la Misa de hoy nos presentan al Cristo Rey ya glorificado, y Señor de la historia.


En el Apocalipsis aparece Jesucristo, "el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra" (Ap 1, 5). Él es "el que es, el que era y el que viene" (Ap 1), o sea el Eterno, el Todopoderoso.


Es este mismo Jesús glorificado a quien contempla el profeta Daniel en su visión apocalíptica: "Yo vi en una visión nocturna venir a un Hijo de hombre sobre las nubes del cielo, y a Él se le dio el poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno, no cesará; su reino no acabará" (Dn 7, 13).


En el Evangelio, en cambio, vemos al Jesús "terreno", al Jesús histórico, que comparece ante Pilato poco antes de ser condenado a muerte y colgado sobre la cruz. Y aparece el Cristo Hombre en toda su majestad y grandeza, como prefigurando ya su divinidad: "Tú lo dices -responde a Pilato-: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo". ¡Sí! Para ser Rey.


Pero Cristo no es un rey cualquiera: “Mi reino no es de este mundo”. No es un reino de honores, de riquezas, de poderes y dignidades como lo entiende el mundo. Su reino es de una dimensión trascendente y muy superior. No es un reino terreno, sino celestial. Es un reino de amor, de justicia, de gracia y de paz; un reino que está muy por encima de las ambiciones humanas. Un reino que heredarán los pobres, los mansos, los que sufren, los misericordiosos, los humildes, los pacíficos, los perseguidos. Un reino, en definitiva, que poseeremos plenamente en la otra vida, pero que ya ha iniciado desde ahora.


Jesús es Rey. ¡Pero es un Rey tan distinto del que soñaban los judíos de su tiempo! Nos basta ver cuándo y cómo es proclamado por los demás, y cómo se proclama Él mismo como Rey, para darnos cuenta de que va a ser y es un Rey muy especial. Mi reino no es de este mundo, le dice a Pilato, el cual, le pregunta a su vez: - Entonces, ¿tú eres rey? Sí, yo soy rey.

Que Dios Padre nos acompañe, esté en nuestro corazón, nos cuide, nos haga fuerte, alegre y fiel.

Que el Dios Hijo nos haga sentir su ternura y Misericordia y nos quite del corazón cualquier inquietud que nos pueda hacer sufrir.

Que Dios Espíritu Santo nos de luces en la inteligencia, fuerza en el corazón, ánimo renovado y decisión de amar con todo el corazón.

Que María Santísima nos haga sentir su calor de Madre, y su abrazo amoroso y tierno, y San José nos cuide con su corazón de padre.

Paz y Bien, Paz y Gloria