Concluidas la ponencia y las preguntas efectuadas por algunos de los asistentes, el alcalde de Vera, Félix López, y la concejala de Cultura, Isabel de Haro, entregaron a Juan Francisco Jiménez Alcázar la característica y representativa Jarra de 5 picos
Con la presentación a cargo de Manuel Caparrós, Archivero Municipal de Vera, el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Murcia, Juan Francisco Jiménez Alcázar, fue el tercer conferenciante que acudió a la cita mensual de Vera para continuar el ciclo de ponencias ‘El Renacer de una Ciudad’, organizadas por la Comisión del V Centenario del Terremoto de Vera. La temática de su charla: Castilla en la “Tierra de Vera: conquista y repoblación” trasladó al auditorio a cómo y por qué se desarrolló la entrada de los colonos del reino de Castilla en ese espacio conquistado en 1488. La urdimbre humana, digamos, de esa relación entre moros y cristianos durante los siglos XIII y XVI.
Juan Francisco Jiménez es, además, director del Centro de Estudios Medievales de dicha Universidad y secretario de la Sociedad Española de Estudios Medievales, desde la que ha impulsado, con su equipo directivo, una significativa actualización de los recursos, actividades (simposios internacionales de jóvenes medievalistas), conectando con la nueva realidad y las demandas del ámbito académico de este mundo globalizado.
Las líneas de investigación que ha seguido a lo largo de su carrera pueden resumirse, a grandes rasgos, en el Reino de Murcia en la Baja y Alta Edad Media, entre cuyos temas encontramos los referidos a la evolución urbana de Lorca, la peste de 1507, los moriscos de Lorca, la familia de los Fajardo en Murcia, los corregidores y el poder municipal, el agua y el poder, etcétera. Las cuestiones referidas a la repoblación y a la Historia de la Lengua se materializan en estudios sobre la frontera murciano-granadina y el poblamiento fronterizo, la propiedad y el paisaje agrario, el rescate de cautivos, los judíos de Lorca. Últimamente realiza incursiones novedosas en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de las Humanidades y en el del estudio de la estética en los videojuegos juveniles de temática histórica.
Esta carta de presentación anticipó lo que los asistentes a la conferencia comprobarían por sí mismos: una clase magistral amena, con un gran despliegue de recursos informáticos audio visuales y un gran control de tiempos en la comunicación. Y comenzó advirtiendo que la tierra de este sureste peninsular fue como sigue siendo, semiárida, en la que el poder lo tenía el que conseguía el control sobre el agua y sus sistemas de aprovechamiento, siempre unida en aquellos tiempos a la tierra de los moros y mudéjares que esos mismos colonos soldados cristianos murcianos anhelaban poseer.
Ese condicionamiento físico del agua se suma al de las circunstancias políticas que desde el siglo XIII se adivinan, con el avance de Alfonso X El Sabio hacia Murcia y su convencimiento de que él ya había finalizado la reconquista peninsular, pues al rey musulmán de Granada, Mohamed I, lo convierte en su vasallo, un noble más de la frontera alfonsí. Y Vera en esta época era el referente del reino nazarí, como Lorca lo era de Castilla u Orihuela respecto de Aragón. Eran las tres ciudades con más influencia política, desde las que se organizaba la política de aquel momento. Y ésa era la frontera de aquellos tiempos, la tierra de nadie, un espacio indefinido entre dos Estados organizados territorialmente de manera diferente; los reinos musulmanes no se organizaban por medio de municipios como los cristianos, sino de cadiazgos o territorios controlados por un cadí o juez, lo que explica que la Tierra de Vera estuviera organizada desde Vera por tener ese cadí que impartía justicia en todo su alfoz. En definitiva, el reino nazarí empezaba en Huércal, lugar en el que vivía el primer vecino nazarí. Era una frontera humana, muy abierta. Tu tierra era la tierra que pisabas. Y el primer reino de Castilla desde este lugar era Lorca.
Esa tierra de nadie, indefinida, servía para el intercambio de bienes, esclavos, contrabando…, de igual manera que las relaciones entre el resto de los reinos hispánicos se complicaban en el caso del intercambio de cautivos de ambos bandos, como ocurrió en un caso estudiado de veratenses musulmanes capturados por piratas ibicencos.
Y en esas circunstancias llega la fecha de la conquista de 10 de junio de 1488, sobradamente conocida, y en la que lo importante desde el punto de vista del colono murciano que viene a repoblar el espacio dejado por los mudéjares es que sabía perfectamente a dónde venía porque esa frontera no había sido impermeable. Sabía qué tierra y qué agua podía conseguir, los sistemas de riego, los paisajes. Mas, esta zona del Reino de Granada se diferencia de la zona del Reino de Málaga y de la Vega de Granada en que en la tierra de Vera la mayoría sigue siendo musulmana manteniendo sus costumbres por el momento, siendo los cristianos una pequeña minoría, instalados en los lugares clave de esas defensas estratégicas (Vera, Mojácar, Purchena…).
El botín de esos cristianos colonos era, aparte del agua y la tierra, el mudéjar, el musulmán vencido, que con sus impuestos mantendrán la estructura municipal de la organización castellana. Entre esos colonos, evidentemente, había una distinción de clase dependiendo de su origen nobiliario; cuanto más rango tenían (caballero, peón…,) más tierra y agua se le repartía. También las instituciones son una transpolación de las de Castilla, empezando por el municipio, siguiendo por la estructura eclesiástica y terminando por la traída de la familia del colono. Así comienza la lucha por el poder y por el control del agua, de los lavajos, de los aljibes…, que entrará en conflicto con el sistema hidráulico y de organización rural que el musulmán había practicado durante siglos. Aparecen los “señores del agua”, por lo que se puede concluir con la afirmación de que el musulmán en estas circunstancias no quería cambiar nada, para que su sistema de vida de siglos no se viese alterado; el cristiano quería cambiarlo todo con el fin de tener el control sobre los recursos. Los musulmanes serán los que sigan manteniendo esas infraestructuras hidráulicas y el control de los recursos lo ostentará esa nueva institución que es el Ayuntamiento de la fortaleza, en la que habían quedado muy pocos musulmanes.
Otras consecuencias de la implantación de los Municipios en los reinos cristianos es que esos vecinos quieren saber hasta dónde llega el suyo frente a los demás, por lo que los siglos XV, XV y XVII son tiempos de pleitos jurisdiccionales en los que se lucha por delimitar el espacio de cada uno de ellos, destacando el de Vera y Lorca por la tierra de Huércal-Overa, el de la Sierra de Cabrera, o que hubiese musulmanes en otros municipios, como el de Cuevas del Almanzora, que eran propietarios de tierras en municipios cristianos, como el de Vera. A esas complicaciones se une, en el caso de Vera, la costa, por los peligros que venían de él, y convertían a esos primeros veratenses en verdaderos héroes, o el de los moriscos que pueblan Antas, aguas arriba, que con la roturación de tierras y su riego hacían que llegase menos agua a Vera, río abajo. Se importa, así, la figura del Alcalde de Aguas a estos lugares, como también los términos murcianos de lo hidráulico, como la tahúlla.
¿Había relación entre las dos comunidades? Había desconfianza entre ellas y los documentos lo demuestran: los monfíes o asaltantes musulmanes de los montes cercanos complicaban mucho la vida a los cristianos. Se ha demostrado además que existía una verdadera separación física entre estas estos grupos humanos.
Finalmente, Jiménez Alcázar pretende alertar sobre los tópicos que siguen manteniéndose sobre la sociedad de aquella época, como los que afirman que el morisco es inocente y víctima y el colono cristiano un vago abusador. La Historia es de una riqueza extraordinaria porque lo verdaderamente interesante de ella no es lo blanco o lo negro, sino los matices grises con los que se encuentra el investigador.