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Todo pasa y poco queda
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(Foto: malasombra)

Todo pasa y poco queda

domingo 23 de junio de 2024, 16:00h

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Cuando falleció el general bajito de la voz aflautada –al que Dios tenga en el lugar donde le corresponde– en Almería había poco de donde tirar: mármol, subsistir cómo se pudiera o el exilio económico –normalmente hacia el territorio situado precisamente en la parte opuesta, en la parte oriental, pero en el norte– ya que por allí llevaban muchos años apareciendo las prebendas y ventajas franquistas y, por lo que se veía, el nuevo régimen iba a cambiar muy poco –más bien iban a aumentar– las condiciones de trato y beneficios.

No quedaba ni el consuelo de la protesta, lo que quedó constatado con sangre. Cuando el joven Francisco Javier Verdejo Lucas estaba realizando una pintada durante la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 –qué casualidad, hermano, justo cuarenta años después del asesinato de Blas Infante– una pintada totalmente revolucionaria: “pan, trabajo y libertad”, una bala le entró por la garganta y solo permaneció escrito: “pan, t…” y el miembro de las “fuerzas del orden” que realizó el disparo quedó impune. En Almería se confirmó que pedir lo más elemental: pan, trabajo y libertad, podía costarte la vida.

Los tiempos fueron cambiando, se aprobó una Constitución que instauraba un régimen donde para participar de la vida pública era necesaria la pertenencia a una organización política y los almerienses no se mostraron muy adictos a esta nueva forma de sometimiento, por lo que la esquina inferior derecha iba más lenta de lo deseado en economía, servicios sociales y manumisión.

Llegaron a nuestras vidas los partidos políticos –hasta 1975 no podías hacer nada con ellos, a partir de 1976 no podías hacer nada sin ellos– y decidieron que Andalucía debía estar un escalón, o varios, más abajo que el resto del país. Para eso era una colonia “reconquistada” a sangre y fuego por los valerosos guerreros norteños. Pero el pueblo andaluz –entonces éramos un pueblo– se rebeló y un 4 de diciembre salieron a la calle exigiendo libertad y estatuto de autonomía. Libertad, siempre libertad.

Y como no llegaba ni el pan, ni el trabajo, ni la libertad y la autonomía tenía muy poco de autónoma, los almerienses tiraron por la calle de en medio y llenaron con multitud de invernaderos desde el desierto hasta el mar –reconstruyendo un conocido eslogan– para llevar a la fría Europa los alimentos que no les proporcionaba su gélido clima. La imaginación, la lucha y el trabajo suplieron a las subvenciones y prebendas que generosamente alcanzaban a otros territorios.

Entonces entramos en el Mercado Común Europeo, cambiado luego a Comunidad Económica Europea y, finalmente, reconvertido en Unión Europea. Y con ellos llegó, sino la democracia fetén, al menos las elecciones europeas. Conllevando, también, la partitocracia en su sentido más amplio, los intereses políticos y el olvido de aquel 4 de diciembre, el día de la dignidad de un pueblo.

Por eso, cada cinco años tenemos elecciones europeas a las que, si somos sinceros, les hacemos muy poco caso, sin darnos cuenta de que el setenta por ciento de las leyes que rigen y dominan nuestras vidas se promulgan desde un parlamento situado en la lejana, álgida y umbría ciudad de Bruselas. Y, por eso, hace pocos días tuvimos elecciones europeas en las que no participó ni la mitad de los electores andaluces. Probablemente en el pecado llevemos la penitencia.

Bueno, pues ya están elegidos los delegados europeos. Por lo tanto, estos políticos decidirán si el duro trabajo en los invernaderos almerienses, en las viñas jerezanas, en las fresas onubenses, en los olivares jaeneros o en cualquier otro lugar de Andalucía donde se produce, se cultiva o se elabora para que los europeos norteños tengan bienes y servicios en momentos en que su climatología no lo permite, se valore en su justa medida o, por intereses políticos o vaya usted a saber por qué otros intereses, los productos se traen de países donde el control sanitario, la calidad del material, las compensaciones sociales y el trato a los productores dejan mucho que desear.

Y en ese Parlamento Europeo, donde se hacen las leyes para toda Europa –incluido el sur del sur– un hemiciclo con más de setecientos políticos, no hay una sola voz que defienda los intereses de Andalucía.

Qué pena, el pueblo andaluz no tiene quién le escriba.

Tomás Gutier

Patrono de la Fundación Blas Infante, miembro del Centro de Estudios Históricos de Andalucía y del Instituto de Identidad Andaluza

Tomás Gutier (Tomás Gutiérrez Forero) nace en Chiclana en el ecuador del siglo XX, de padre cántabro y madre andaluza. Durante sus estudios conoce la situación de Andalucía. A partir de ahí estudia, investiga y difunde todo lo relacionado con su tierra y sus gentes. Colaborador en distintas publicaciones y promotor de medios alternativos de comunicación. Imparte charlas y conferencias sobre temas andaluces. Cooperante activo en cuantas iniciativas se crean para el estudio de la identidad, lengua y cultura andaluza, participa en congresos, conferencias y simposios sobre Andalucía. Es patrono de la Fundación Blas Infante, miembro del Centro de Estudios Históricos de Andalucía y del Instituto de Identidad Andaluza. Ha escrito ensayos, novelas y obras de teatro, entre las que se encuentran: “Historia de un romántico”, “Los desheredados de la vida”, “Las hormigas nunca gritan” y “La herencia”. Algunos de sus libros más divulgados: “Sin ánimo de ofender” y “Las memorias del abuelo Chano”, editados con la Fundación Vipren, “Con permiso… ¡Viva Andalucía Libre!”, “En defensa de la lengua andaluza” y “La lengua andaluza. Apuntes para su gramática y diccionario”, publicados por la Editorial Almuzara, “Dos semanas en Normandía”, publicado por United PC, “Ser Andaluz”, para la asociación cultural Almenara, “Cara y Cruz del andalucismo”, en colaboración con el historiador Manuel Ruiz Romero y publicado por Ediciones Alcor, “Economía del Bien Común y sociedad andaluza”, junto con el escritor José Álvarez y “Aún es posible la esperanza”, editado por Averroes Libros. Habiendo coordinado el libro “1919, un año clave para Andalucía”, publicado por el Centro de Estudios Históricos de Andalucía al cumplirse cien años de la efeméride.