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Tristemente Contento
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(Foto: malasombra)

Tristemente Contento

martes 28 de noviembre de 2023, 07:57h

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Realmente siento tanta alegría como tristeza tras la repetición de las elecciones municipales en Fiñana el pasado domingo, 26 de noviembre. Alegría porque, pese a los muchos sinsabores de los últimos meses, ganar por segunda vez en seis meses las elecciones es, sencillamente, una experiencia que como persona te hace más fuerte y que, políticamente, supone un aprendizaje que no tiene precio. PP y VOX pensaban que el ruido que estaban causando con la amnistía, el pacto de gobierno y todo el revuelo que han intentado montar en el entorno nacional era suficiente para que en un pueblo como Fiñana se produjese un vuelco histórico hacia sus siglas. Pero claro, eso te funciona si piensas en la gente del entorno rural como personas poco cultas, despreocupadas por lo que realmente les rodea y sin memoria colectiva.

Fiñana ha demostrado que no olvida y que no se la puede manejar, pero creo que es un sentimiento que va mucho más allá de nuestro término municipal. Que realmente la gente empieza a despertar y se dan cuenta de que, mientras les ponen a sujetar banderas, por detrás les están robando la cartera con más impuestos o tasas y menos sanidad pública, por ejemplo. Por otra parte, aquellos que lean estas líneas deben entender una cosa: en Fiñana no se repetían unas elecciones para averiguar quién las ganaba, sino para probar por segunda vez en seis meses si eran capaces entre PP y VOX de sacar en conjunto más escaños que el PSOE, aprovechando el perverso modelo electoral del método D'Hondt, es decir, secuencias de cocientes decrecientes para cada partido y asignando los escaños a los promedios más altos. Así, aún duplicando en votos lo que el conjunto de nuestros oponentes sacaba, corríamos el riesgo de perder la mayoría absoluta. ¿Injusto? En absoluto, son las reglas y unas veces te benefician, pero en otras te penalizan. Claro que la diferencia es que nosotros, los socialistas, aceptamos las reglas del juego, y hay pueblos como Níjar, Garrucha y muchos otros, donde, pese a sacarles miles de votos, han hecho pactos de gobierno hasta con disidentes de la extrema izquierda para llegar a la alcaldía. Y claro, eso, si lo hacen ellos, es legítimo, constitucional y hasta sagrado. Si lo hacemos los demás, resulta que rompemos España.

Pero mi tristeza no viene por ahí, sino por el hecho de que los partidos de la derecha se han volcado en radicalizar posturas y comportamientos. Y cada cual puede tener la ideología que quiera, pero alentar el insulto, la persecución, los ataques personales a ti o a tu familia, es algo que sencillamente no estaba en el panorama político hasta que aparecieron partidos que necesitan sacar candidatos de donde sea, y les da igual que esas personas estén procesadas por delitos penales, como en Fiñana, o condenados por violencia de género. Se ha perdido la ética, la moral, los valores de la política real, la de gente sencilla que se mete en estos fregaos por defender su pueblo, por sacar adelante proyectos y generar perspectivas.

Estos tipos solo ven la realidad que ellos mismos se generan, al margen de todo y de todos, pretendiendo que se dé por buena la mentira y el odio mientras se tape con una bandera que no hacen más que ensuciar, generando rechazo entre los más jóvenes por volver a identificarla como un símbolo de extrema derecha, cuando era algo que ya estaba casi superado.

Hemos ganado las elecciones, por segunda vez, en seis meses, pero el coste ha sido altísimo, personal y comunitariamente, pero lo que tengo muy claro es que ninguno de estos se va a quedar a arreglar los destrozos, que eso nos va a tocar a los de siempre, que, como siempre, ahí estaremos sin hacer distinciones.