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Trump nos tiene donde quería
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(Foto: DALL·E ai art)

Trump nos tiene donde quería

Por Rafael M. Martos
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martes 08 de abril de 2025, 06:00h

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El espectáculo, a veces más cercano al circo televisivo que a la sobria política internacional, que Donald Trump montó con su pomposamente bautizado "Día de la Liberación" arancelaria, no es más que la fanfarria que confirma una realidad: nos ha llevado exactamente a donde quería, a su terreno predilecto, el de la negociación pura y dura, la del regateo transaccional.

Analistas internacionales, especialmente fuera de la órbita estadounidense, coinciden en una lectura de la reciente (o anunciada) subida de aranceles. Más allá de casos puntuales con motivaciones geopolíticas específicas, como podría ser Rusia, la lógica subyacente parece ser dolorosamente simple, casi una "suma cero" de patio de colegio: ¿Cuánto pagan mis productos en tu país? ¿Cuánto pagan tus productos en el mío? Si el saldo es negativo para Estados Unidos, se incrementa el arancel correspondiente hasta alcanzar un teórico equilibrio. Una visión que muchos economistas calificarían, como mínimo, de simplista, cuando no directamente absurda en un mundo globalizado.

Pero la verdadera "jugada maestra" de Trump, si se puede llamar así, no reside tanto en la justificación económica de los aranceles, sino en su función como palanca negociadora. Al poner sobre la mesa, por ejemplo, un arancel del 40% a los productos europeos, no necesariamente espera aplicarlo a pies juntillas. Lo que ha hecho es dinamitar el statu quo y establecer un nuevo punto de partida, altísimo y desfavorable para todos los demás.

A partir de ahí, la trampa está servida. Cualquier rebaja sobre ese 40% inicial, ya sea hasta un 20% o un 15%, será presentada por los líderes europeos como una victoria, una demostración de su capacidad negociadora para mitigar el daño. Sin embargo, la realidad es tozuda: pasar de un 0% (o lo que hubiera antes) a un 15% o 20% sigue siendo una derrota neta, un incremento considerable de las barreras comerciales. Simultáneamente, el propio Trump podrá vender esa misma rebaja en casa como un éxito rotundo, demostrando que su firmeza inicial obligó a los demás a ceder y aceptar nuevas condiciones (aunque sean menores a la amenaza original). Es un escenario donde todos parecen ganar de cara a su público, pero donde el comercio global y, potencialmente, el consumidor, pierden.

No obstante, toda negociación implica riesgos, y la estrategia de Trump, tan enfocada en el bilateralismo y la confrontación en una era que tiende hacia la multilateralidad, podría volverse en su contra como un boomerang. Olvida, o parece olvidar, que Estados Unidos, pese a su poderío, no es el único actor global. Un iPhone no se fabrica únicamente en suelo estadounidense; requiere componentes de medio mundo. Si esos componentes entran en EE.UU. con aranceles, el coste de producción sube. El sobrecoste lo pagará, en primera instancia, el consumidor norteamericano.

Pero el problema se agrava si ese iPhone "encarecido" pretende venderse fuera. Imaginemos que llega a Europa. A su coste ya elevado habrá que sumar el arancel de represalia que, con toda probabilidad, la Unión Europea impondrá. El resultado: un iPhone prohibitivamente caro en comparación con alternativas, por ejemplo, de fabricación china. ¿Realmente le interesará al consumidor europeo pagar ese sobreprecio por un producto estadounidense? Quizás Trump, en su afán por ser el "tipo duro" de la clase, el "matón del patio", se haya pasado de frenada.

Al final, al intentar forzar una negociación en sus términos, puede encontrarse con que "le crezcan los enanos". Un encarecimiento generalizado de productos en su propio país y una pérdida de competitividad de sus exportaciones en el extranjero no parece la mejor receta para el éxito económico a largo plazo. La pregunta es si esta vez, su apuesta de tahúr, tan efectiva en otros ámbitos, no le acabará estallando en las manos, dejando a Estados Unidos más aislado y a sus ciudadanos pagando la factura de una guerra comercial que nadie, salvo quizás él en su particular visión del mundo, deseaba realmente iniciar.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"