Ya sea por formar parte del negocio o por temor al señalamiento negacionista, si de verdad existe el cambio radica en el temor a hablar claro sobre las convicciones de cada cual. Se ha logrado cambiar el lenguaje, y se obliga a pensar varias veces lo que se va a decir por si trasgrede el discurso políticamente correcto o se incurre en delito de odio, negacionismo...
Cuando pensar diferente es radical, extremista y criminal es el momento oportuno para acometer la empresa más ambiciosa: controlar a las personas, controlar el campo, controlar los mares, controlar el aire. En definitiva, controlar todos los recursos y generar una dependencia de una élite perfectamente sincronizada en la consecución de sus proyectos.
Además del urbanismo, la urbanidad es el gran déficit de esta sociedad. Los plásticos, los envases y todo de lo que nos deshacemos no es intrínsecamente dañino; es el procedimiento de desecho lo que provoca graves daños medioambientales. El verdadero cambio climático no depende, afortunadamente, de nuestra insensatez y mala educación.
Gracias a los plásticos se ha podido encontrar una alternativa a las materias primas naturales para la construcción de viviendas, mobiliario, vestimenta, electrodomésticos, vehículos… Por poner un ejemplo: a principio del siglo pasado los coches se fabricaban con metal (minerales); piel (animales); vidrio (rocas); madera (árboles); tejidos (lana, algodón...). Y, ahora, miren en el interior de su vehículo: piezas fijas y móviles se fabrican en plásticos de alta densidad y de última generación. Las piezas metálicas se han cambiado por fibras de carbono y polímeros de gran resistencia térmica/mecánica. Las tapicerías, salpicaderos y otros adornos, salvo unidades top lujo, son materiales reciclados. Gracias a estos materiales se ha evitado esquilmar yacimientos mineros, animales y bosques.
Con las normativas de descarbonización y electrificación afloran alternativas de movilidad que generan nuevos problemas. Se necesitan minerales esenciales para la fabricación de baterías, así como potentes y numerosos puntos para la recarga. Ya urgieron las instituciones públicas a reanudar las explotaciones mineras (Aználcollar, Riotinto, Alquife). Litio, cobre, manganeso, níquel, hierro o cobalto son algunos elementos necesarios para la descarbonización. Pero ¡no se lo pierdan! Se emplearán ingentes cantidades de energía contaminante para la extracción de estos minerales en yacimientos extintos y otrora indeseables. Y es que, según la UE, ahora son “energías verdes” la nuclear y el carbón. Así como suena.
Se pretende, se induce y se obliga a la descarbonización con la solución de la movilidad eléctrica. Se dice que el vehículo eléctrico “no contamina”. La realidad es que no contamina allá por donde circula, pero contaminó cuando se generó la energía que necesita para circular. Además, el proceso de carga de baterías no alcanza un rendimiento 100%; existe una pérdida de transferencia, pues hay que acumular energía eléctrica mediante un proceso electroquímico. Es decir, nunca un kilovatio en la batería equivale a un kilovatio de recarga; necesita algo más de energía, que se pierde en el proceso de transferencia. Igualmente, un parque móvil totalmente electrificado nunca podrá ser abastecido mediante las energías renovables existentes.
Nuestros dirigentes han demostrado ser incompetentes para solucionar conflictos bélicos, hambrunas, miserias, injusticias y los periódicos y previsibles embates de la naturaleza (riadas); pero eso sí: vamos a cambiar el clima en todo el planeta.
Se destruyen azudes, presas y embalses. Se deja crecer la vegetación autóctona en el curso de escorrentías, ramblas y cauces. Se racanea con la inversión en defensas para la contención de violentas avenidas, y no se ponen de acuerdo ni tienen puñetera idea de cómo organizarse ni responsabilizarse. Y, claro, se desbordan los ríos, las ramblas y los barrancos. Caen los puentes, carreteras y ferrocarriles. Y no es por efecto sólo del agua; es por el arrastre (bardomera) de cañas, palos, ramas, árboles… elementos que taponan, arrastran y añaden mayor efecto de presión y destrucción. Y es bastante contradictorio que si ya cuentan con ingentes cantidades de dinero para la Agenda 2030 cómo no tardan un minuto en invertir en las infraestructuras que evitan o minoran los efectos de las riadas. ¿Acaso es más rápido cambiar el clima mundial que construir una presa, un embalse, reconducir el curso de un río, limpiar las ramblas o moderar escorrentías?
Ciertamente, para los políticos es más fácil y barato cambiar el relato que el curso de un río. El afán del político radica en frenar las criticas antes que contener la riada.