La central térmica Litoral de Carboneras, cerrada definitivamente en diciembre de 2021, vive este jueves un hito clave en su proceso de desmantelamiento: la voladura controlada de la caldera del Grupo 1, una estructura metálica de más de 80 metros que ha dominado el paisaje almeriense durante casi cuatro décadas. La operación, programada hacia el mediodía y ejecutada por una empresa especializada, marca el fin de las instalaciones elevadas de la planta, avanzando en el plan de Endesa para transformar el espacio bajo criterios de economía circular.
Este evento sigue a dos demoliciones previas: en marzo de 2024, su icónica chimenea fue derribada con 174 kilos de explosivos, mientras que en noviembre del mismo año, otra caldera de 80,6 metros requirió 274 kilos de dinamita. Cada acción ha sido meticulosamente planificada para garantizar seguridad y eficiencia, priorizando la reutilización de más del 90% de los materiales, desde metales hasta hormigón, en línea con el objetivo de obtener un certificado de residuo cero.
Un proyecto de largo alcance
El desmontaje integral de la central, que incluye edificios, maquinaria y sistemas, se extenderá entre cuatro y seis años, con una inversión de 60 millones de euros. Además de su componente ambiental, el proyecto ha generado más de 80 empleos directos, focalizados en mano de obra local y capacitación de profesionales en demoliciones complejas.
La desactivación de la térmica Litoral no solo cierra un capítulo industrial, sino que abre la puerta a la regeneración de un espacio que durante décadas fue motor económico. Endesa subraya que este proceso va más allá de la demolición: se trata de redefinir el territorio, integrando sostenibilidad y memoria en un área que busca reinventarse. Mientras los escombros dan paso a nuevos horizontes, Carboneras mira hacia un futuro menos dependiente de los combustibles fósiles.
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